(NARRA MARTHA):
La expresión de John era indescifrable. Sus ojos expresaban
rabia, pero no era por mí, o Paul ni nada que se le pareciese, era algo más.
Luego de sostenerme la mirada por unos minutos, se volteó sin decime nada y se
alejó con pasos cansinos.
De acuerdo, estaba completamente perdida. No tenía ni la
menor idea de qué podía estar pasando y eso me molestaba. Justo me estaba
preguntando qué podía haber pasado cuando uno de los policías se nos acercó y
se dispuso a explicarnos.
Sin embargo, el marcado acento alemán pronto fue sustituido
por un fuerte inglés en una voz que reconocía muy bien…
Voz: No pueden irse ahora Martha. Tienes que hacer algo.
Yo: ¿Qué? ¿John?
Policía: ¿Disculpe?
Parpadeé varias veces y noté que me había desconectado, esas
visiones estaban matándome.
Astrid: ¡Martha!
La voz llegó desde el otro lado del pasillo y al voltearme a
encontrarme con ella, me di cuenta de que en realidad nunca había notado cuándo
se había ido. Concéntrate Martha, no puedes andar soñando por ahí como si nada.
Pero no estaba en el mismo lugar que antes. Era como si me
hubiera desmayado, tenía un enorme vacío mental en el que no alcanzaba a
adivinar qué podía haber.
Astrid: ¡Stu puede quedarse! ¿LO PUEDES CREER? ¡SE VA A
QUEDAR!
La enfoqué confusa. ¿De qué estaba hablando?
Yo: ¿Qué? ¿Y los otros chicos? ¿Qué va a pasarles a ellos?
Ella me miró como si evaluara mi salud mental, así que
aparté la mirada algo incómoda. Al final pareció cerciorarse de que no tenía
ningún tipo de derrame cerebral o enfermedad psicótica que mereciera una
llamada al hospital, por lo que siguió hablando.
Astrid: No sé en qué estarás pensando, pero solo para no
sentirme incluso más rara que ahora, te repetiré lo que nos dijo uno de esos
policías cinco minutos antes. – puso especial énfasis en el “cinco minutos” –
Los chicos van a ser extraditados, pero pude hablar con el jefe a cargo y Stu
puede quedarse.
Yo: ¿Por qué él? – esperé que eso no sonara muy celoso de mi
parte.
Astrid: Bueno, Stu no era un miembro activo de la banda, y
como no hay más cargos contra él, es libre de irse.
Yo: ¿Cuándo dejó la banda? ¿Y de qué cargos hablas?
Ella puso los ojos en blanco. Debía estar sonando como una
niñita con todas esas preguntas.
Yo: ¿No te lo contó John? Stu le dijo que dejaba la banda
hace unos días. En cuanto a los cargos, el dueño del bar en el que tocaban los
chicos puso cargos contra John por el golpe que le dio el día que te
desmayaste. Y sin John la banda se desmorona, así que Paul, George y Pete
hicieron otro tanto para que los extraditaran también.
No pude preguntar qué habían hecho esos dos para que los
extraditaran, la sensación de culpabilidad no me dejaba moverme. Era por mí.
Los chicos se estaban yendo por culpa mía.
Astrid atrapó al vuelo la dirección de mis pensamientos y me
pasó un brazo por la espalda.
Astrid: No es tu culpa, ¿de acuerdo? Todo va a estar bien.
Sin soltar otra palabra, salimos del lugar y nos encontramos
con Stu, que estaba esperando por nosotras afuera. Me dirigió una mirada
comprensiva que yo agradecí y luego se fundió en un beso apasionado con Astrid.
Yo: Eh… ejém.
Astrid se separó con una sonrisa y me miró sonrojada.
Astrid: Lo siento. La emoción del momento, tú entiendes.
Stu: Iba a ir a despedirme de los chicos… ¿qué dicen?
Solté un suspiro. Dolía.
Yo: Claro, por qué no.
************************************************
Recorrí la habitación con la mirada, pero no había rastro de
John. Fruncí los labios enojada. Tal vez no había salido de la habitación... Me
acerqué con pasos rápidos a la pocilga en la que habían vivido los últimos
meses y estaba a punto de entrar hasta que una voz que conocía bastante bien me
detuvo.
Paul: No entraría ahí si fuera tú.
Me volteé irritada a encarar a McCartney, no soportaba que
me hicieran bromas justo ahora. No con todo esto. Sin embargo, algo en la
expresión de Paul hizo flaquear mi determinación de entrar ahí ciegamente y me
quedé mirándolo con el ceño fruncido.
Yo: ¿Y por qué no harías eso?
Él se despegó de la pared en la que había estado recostado
todo ese tiempo y se me acercó hasta que estuvo a unos centímetros de mí. Crucé
los brazos sobre el pecho, mientras sus ojos enmarcados en esas pestañas de
ensueño estudiaban mi cara con cuidado.
Paul: Hablo en serio. No te convie… - un sonido dentro de la
habitación lo distrajo un segundo, antes de volver a mirarme, esta vez con más
urgencia. – Deberías irte. Por favor.
Pero fue muy tarde. La puerta se abrió y una rubia
semidesnuda salió de la habitación y sin prestar atención a nadie, atravesó el
pasillo hacia la salida. Solté un jadeo ahogado y miré a Paul para que
desmintiera lo que estaba pensando, pero él tenía la mirada fija sobre mi
hombro, en dirección a la puerta.
John salía acomodándose los pantalones y arrastrando su
maleta con expresión fastidiada.
(NARRA JOHN)
Maldición.
Los ojos tornasol de Martha me miraron primero con dolor y
luego con rabia. Sabía lo que había hecho, era fácil de deducir teniendo en
cuenta las circunstancias. Me mordí el labio e intenté acercarme, pero ella me
dio la espalda y corrió hacia los chicos, que estaban despidiéndose un poco más
allá.
Estaba a punto de irme, cuando un maullido proveniente de
debajo de la cama me recordó que tenía una mascota. Pete lo alimentaba, yo solo
lo veía cada que tenía que sacármelo de la cara para que no me fastidiara
cuando dormía. Pero… eso me daba tema de conversación.
Agarré a Harry y me dirigí hacia donde estaba ella.
X: ¿Qué estás haciendo con Harry?
Miré a Pete confuso. Eso había sonado casi gay.
Yo: Es mi gato, ¿no?
Pete: Ah… claro. Lo olvidé, lo siento. ¿Todo listo John?
Yo: Supongo que es hora de volver a Liverpool, Pete. – dije
soltando un suspiro.
Me acerqué a mi chica y la tomé por el brazo. Ella se volteó
lentamente y me dirigió una mirada asesina.
Martha: ¿Qué quieres?
Yo: ¿Así es como saludas a tu novio? – dije tratando de
besarla, pero ella apartó la cara.
Martha: Qué gracioso.
Y maldición, lo último que quería era ponerme a discutir,
así que dejé el tema completamente y pasé a la bola de pelos entre mis manos.
Yo: Eh… quería saber si podías quedarte con Harry.
Su mirada casi se suavizó cuando fijó sus ojos en el gatito
que sostenía entre mis manos y lo tomó con delicadeza.
Yo: Claro. Oh Harry, me sorprende que no hayas muerto de
hambre. Ven aquí, pequeño travieso.
Y una vez lo tuvo entre sus manos, se volteó y me ignoró por
completo, volviendo a conversar con Paul animadamente. Apreté los puños con
fuerza, y anuncié a todos que debíamos largarnos de ese lugar de una buena vez.
hola, de nuevo dejando lineas en esta maravilla, espero que aun le interese leer esto.
lamento no haber publicado antes pero mi maravilloso cerebro no estaba en condiciones optimas para hacerlo, y la edición no es que halla sido muy veloz que digamos pero en fin aquí esta el resultado de un ataque repentino de inspiración, espero les guste dejen sus comentarios alli abajo.
Monica McCartney les da un gran saludo( espero que Lady Mary se canse mas seguido y pueda subir mas)