sábado, 29 de junio de 2013

Capítulo 24.

(NARRA MARTHA)

Pensé en hacer la típica escena de chica celosa, con algunas variaciones. Quise agarrarla por el cabello y arrastrarla por el piso, luego golpearla mientras gritaba cursilerías como “¡JOHN ES MÍO, PERRA!” y finalmente, sacarle esos lindos ojos de sus cuencas.

Pero me detuvieron dos cosas, en primer lugar… era demasiado sangriento, incluso para mí.

Y en segundo lugar, y precisamente por eso más importante, John y yo no éramos nada. No novios, ni siquiera amantes. Sólo hermanos. Y así se tenía que mantener, con total hermetismo, lo menos que quería era que se regaran chismes por ahí y llegaran a oídos de Mimi. Supongo que una escena de celos era muy sospechosa, dadas las circunstancias. Además… no era como si tuviera poder de reclamarle nada. John no era mío, era un hombre lleno de hormonas totalmente libre.

Suspiré con fuerza, exhalando a la vez toda la ira que tenía. Era consciente de que estaba temblando, pero esperaba que esa chica que me miraba triunfante con ojos de arpía, lo tomara como efecto de las bebidas.

Yo: Veo que te adaptaste muy bien a Liverpool. Bienvenida, por cierto.

John: ¿Qué paza? Cariño, no es momento de arrepentirze – gimió muy ebrio, dirigiéndose a Fernanda, que se había detenido en sus besos al escucharme entrar y me miraba divertida.

“Cierra la puta boca, Lennon” pensé mientras sus palabras partían la poca cordura que me quedaba en pedacitos. No, tenía que aguantar.

Fer: Un segundo, cielo… ¡Espera! – rió cuando él trató de morderle el cuello con impaciencia. Si yo seguía apretando de esa forma los tacones, los iba a romper. - ¿Qué haces aquí?

Yo: Por si no lo recuerdas, esta es MI habitación… - dije saliéndome un poco de mis casillas. Respira lento… uno… dos… - Pero no te preocupes, puedo dormir en la cama de John. De todas maneras es mucho más cómoda que la mía.

Sonreí ampliamente cuando me di cuenta de que había captado el doble sentido, y me fui cerrando la puerta. Estúpida niñita rica de…

Aly: ¿Martha? La fiesta es para ti, ¿qué haces aquí arriba?

Las lágrimas que amenazaban con salir sólo se contuvieron por la sorpresa de su presencia.

Yo: ¿Y tú? ¿Qué haces acá?

Aly: Me mandaron a buscarte, hay unos chicos que juran no haber bailado contigo todavía. ¿Estás bien?

Yo: Dudo que estén los suficientemente sobrios como para sostenerse en pie… iba a descansar un poco, Aly, ¿me dejas?

Aly: ¿Descansar? ¿En TU fiesta? No lo creo. Vamos señorita, falta mucho para que esto se acabe.

Si tenía alguna posibilidad de negarme, se esfumó en cuanto me arrastró de vuelta al primer piso. No sé cómo me las arreglé, pero me tragué toda la impotencia que sentía, toda esa rabia y el dolor y apenas dejé el último escalón y puse un pie en el suelo, el tiempo pareció esfumarse.

Bebí, oh sí, bebí mucho. Tal vez demasiado… de todas formas, nadie me lo impidió, a los pocos minutos, Aly estaba igual o peor que yo. Bailé con cuanta persona se me cruzó, sin importarme si era hombre, mujer o si estaba borracho o no. No importaba, la verdad ya todo se había ido a la mierda.

Me desperté con dolor insoportable y un pitido irritante en los oídos. ¿Qué demonios era esa luz? Espera… ¿Cómo llegué a mi habitación? Porque sí, esta era mí habitación y la luz infernal entraba por la maldita ventana. Ah, no importaba. Me levanté como pude de mi cama y cerré las persianas con fastidio. Miré el reloj con la vista borrosa… las 9:30 a. m.  Ni loca me iba a arreglar, era muy temprano todavía.

Fui a acostarme otra vez, pero recordé la escena de la noche pasada y me dio asco. Fernanda había estado ahí. Tomé unas cuantas cobijas, mi almohada y me acosté en el piso. No planeaba volver a dormir ahí hasta que cambiara las sábanas y si era necesario, también el colchón.

Mientras escuchaba el ruido de quien fuera que estuviera recogiendo el caos que había quedado abajo, me sumí en un profundo sueño, del cual esperaba no salir jamás.

¿Por qué sonreían tanto? Supuse que era porque estaba con ellos, mis padres se veían extasiados con mi presencia. Yo también me sentía feliz pero… ¿qué? ¿Qué hacían John y Mimi allá abajo? Parecía como si estuvieran buscando algo.

Me estaban buscando a mí.

Supe entonces que mi vida estaba partida en dos, mi presente y… lo que fueran mis padres. Pero… ¿qué podía hacer yo?

Me volví a despertar ante el contacto gélido de unos dedos traviesos que recorrían mi muslo de arriba abajo. Casi se me olvida todo lo que había pasado la noche anterior. Casi.

John: Despierta, bella durmiente.

Yo: Déjame dormir en paz.

John: Ya es hora de que te levantes, vamos. ¿Qué haces en el piso?

Yo: Puedes irte al demonio, John. Déjame quieta. –gruñí apartando con brusquedad su mano de mi pierna. Como era de esperarse, eso no le gustó.

John: ¿Y a ti qué mierda te pasa? Sé que la resaca es dura y eso, pero no tienes que desquitarte conmigo.
Me levanté como pude y lo miré con rabia.

Yo: ¿Tú crees que es por eso? ¡No lo sabes!  ¡No sabes nada! – le grité.

John: ¡A MI NO ME GRITAS ¿OÍSTE?! ¿Qué es lo qué…?

Yo: LÁR-GA-TE – espeté, pronunciando cada sílaba con ira, la misma ira que había sentido la noche anterior.

Él me miró furioso, pero a la vez confundido. Acercó sus labios a los míos, pero yo retiré mi rostro con rapidez y lo enterré en la almohada. Lo último que oí fue su portazo al salir y sonreí. Era divertido enojarlo… eso le pasaba por estúpido.

(NARRA ALY)

Me habían ofrecido hospedaje en la casa Lennon, después de todo, había sido idea de John que viniera a la fiesta de su hermana. No sé porqué me había hecho a la idea de que sería calmado.

Lo primero que escuché al abrir la puerta de la habitación de Mimi –en la que me había quedado esa noche… aunque ni idea de cómo llegué allí – fueron los gritos enojados entre Martha y John y luego un portazo. Vi a John entrar a su cuarto farfullando algo como “las chicas y sus estúpidas hormonas” y luego… otro portazo.

Suspiré y entré a la habitación de Martha.

Yo: Martha… Martha despierta… ¡OYE IDIOTA, QUE TE LEVANTES!

Martha: Ah demonios, ¿en serio no puedo descansar ni siquiera un poco? Dejen de fastidiar. –gruñó dándose la vuelta en… ¿el piso?

Yo: ¿Un poco? ¿Sabes qué hora es?

Martha: No, dime. – apenas murmuró. Se estaba quedando dormida otra vez.

Yo: Martha, son las cuatro de la tarde. 

Fue como si hubiera oprimido un interruptor, se sentó en el acto y me miró horrorizada.

Martha: ¿QUÉ? Uh, que asco, dormí casi doce horas. ¿Cómo pueden tener este tipo de fiestas tan seguido? Es una locura.

Yo: No era lo que decías ayer. – Sonreí – Ya, arréglate rápido. Te espero abajo con tu “desayuno-almuerzo”. Por cierto… ¿qué haces en el piso?

Ella negó con la cabeza y se levantó tambaleante, luego caminó hacia la ducha. Cuando salí, me encontré con la chica nueva, que me miró divertida y se encerró en la habitación. Pobre Martha.

(NARRA MARTHA)

Me demoré en la ducha casi una hora completa, estaba hecha un asco. No me había quitado el maquillaje y tenía el cuerpo pegajoso por las bebidas que al parecer se habían regado sobre mí. Eso por no mencionar mi cabello. Ni me atrevía a imaginar qué tantas cosas había en esa maraña, pero era asqueroso. No me volvería a embriagar de esa forma en mi vida.

Además, mis pensamientos no paraban de revolotear desde que me había despertado. Por eso no quería despertar. No sé porqué había imaginado que John sería fiel estando conmigo, cuando ni siquiera había sido fiel con sus mejores novias. Y si a eso le sumamos que en realidad no estaba conmigo… no tenía motivos para enojarme de esa forma, menos porque sabía que lo había hecho borracho. Pero… igual dolía.
Salí del baño y miré mi habitación espantada. Esa no era MI habitación. Sobre la cama estaba recostada Fernanda, haciendo girar un lápiz entre sus dedos con evidente aburrimiento; pero en cuanto salí, lo dejó a un lado y me miró con una sonrisa. Había estado esperándome.

Fer: Pensé que no saldrías jamás. ¿En quién pensabas para demorarte de esa forma en la ducha?

No le presté atención a sus palabras que tenían un evidente doble sentido, porque estaba aterrada viendo el horror. Las paredes estaban cubiertas de pósters de Elvis, Chuck Berry y Buddy Holy. Hasta ahí no me molestaba en absoluto, pero lo que me había hecho abrir la boca de asombro era la gran bandera de Estados Unidos que estaba estampada con chinches en mi pared.

Yo: ¿Qué… qué demonios?

Fer: Si me voy a quedar aquí todo este tiempo, tengo que sentirme cómoda, ¿no crees? ¿Qué más cómodo que mi país?

También había reorganizado todo. Mimi había mencionado algo de una cama extra, pero hasta que llegara, tendríamos que compartirla. O dormir en el suelo.  De cualquier forma, ahí estaba ese enorme espacio esperando por su ocupante donde antes solía estar mi armario…. Que ahora estaba en la otra esquina… lleno también de sus vestidos. Había cosas suyas acomodadas por todo el lugar y tras la puerta, otra bandera.

Yo: Vaya que eres patriótica.

Fer: Gracias.

Yo: Era sarcasmo. ¿Con permiso de quién hiciste todo esto? ¡Absurdo! ¿Es mi habitación, sabías?

Ignoró olímpicamente mis preguntas y tomó un objeto que estaba sobre la cama, a su lado.

Fer: Estaba ordenando y me encontré esto… ¿qué es?

Puse los ojos en blanco.

Yo: Dile a John que te lleve allá y lo averiguas tú misma. Ahora, ¿me puedes dejar sola para que me pueda vestir?

No se movió.

Fer: ¿Tú y John qué son? – preguntó entrecerrando los ojos.

Esa maldita pregunta había rondado por mi cabeza durante toda la estúpida noche y lo que llevaba del día. Apreté un poco los puños.

Fer: Hermanos… ¿no es obvio?

Asintió pensativa, y salió de mi habitación. Saqué cualquier cosa del armario y me la puse con un bufido. Estúpida americana.

(NARRA JOHN)

Estaba recostado en el pasto junto a Aly, recordando historias viejas y tiempos mejores. También hablábamos de lo que había sido de ella, de sus aventuras en el “país de la libertad” y de mis tonterías durante esos años que estuvimos separados. Habíamos pasado mucho tiempo juntos de niños, no por nada había sido mi primer amor. Obviamente eso no lo sabía Martha, pero el asunto estaba más que olvidado. Ahora sólo era una amiga. Una vieja amiga en el inmutable Liverpool.

Aly: Dime Johnny, ¿qué demonios le pasa a tu hermana?

Yo: No lo sé, amaneció de mal humor supongo. – fruncí el ceño. – Pensé que se había divertido ayer.

Aly: Sí, pero al parecer vio o escuchó algo que la puso…

X: Johnny, ¿dónde estás?

Cerré los ojos e imploré al cielo que me tragara la tierra al escuchar esa vocecita que empezaba a hartarme. Ahí estaba buscándome… otra vez.

Aly: ¿No te agrada? – dijo divertida al notar mi reacción.

Yo: Si no fuera tan intensa, sería una diosa. Es irritante.

Ella soltó una risita ahogada, antes de que llegara la muchachita imparable, enfundada en un vestido a lo Marilyn Monroe.

Fer: Johnny aquí estás, mira lo que encontré. Martha dijo que tú me llevarías.

¿Qué demonios le pasaba a Martha? Me acababa de condenar por el resto del día.

Yo: Vamos otro día, Fer. Estoy cansado.

Fer: ¡Johnny! Quiero conocer la ciudad ya. Vamos YA.

No había forma de discutir, se notaba a leguas que era el tipo de chica a la que no se le podía negar nada.

John: Voy por mi chaqueta, espera aquí.

Me abrazó entusiasmada y me zafé de ella con algo de brusquedad, aunque no pareció notarlo. Iba a ser una tarde muy larga…

(NARRA ALY)

Martha: ¡Aly!

Yo: ¿Qué? – murmuré. Estaba demasiado cómoda en el pasto como para moverme.

Martha: ¿Y mi comida?

Demonios, la comida. Me había entretenido con John por el camino y se me había olvidado por completo, pero ahora que lo mencionaba, el hambre era espantosa.

Yo: Lo olvidé. Pero ¿qué tal si vamos al restaurante que está por el muelle? Me acuerdo que era delicioso.

Martha aceptó gustosa y ambas nos fuimos hacia allá. Pasamos ahí toda la tarde, hasta que empezó a oscurecer y los empleados del restaurante nos miraban con cara de querer echarnos.

Martha: Vamos a casa.

Yo: No seas aguafiestas, mira que sólo estoy aquí una semana antes de volver a Londres. Vamos a un pub.

Ella sonrió sin ganas.

Martha: Todavía tengo resaca Aly, creo que sería mejor si vamos a…

Yo: No, no. Lo que tú tienes es mal de amores, se te nota a leguas. A ver dime, ¿quién es el afortunado?

La verdad es que no se le notaba, pero hacer conjeturas al azar casi siempre conducía a la verdad y esta vez no fue la excepción. Abrió los ojos con sorpresa y el color subió a sus mejillas.

Martha: ¿Qué? Claro que no, no estoy mal por nadie.

Yo: Me lo acabas de admitir, pilluela. Vamos a ver, voy a adivinar… ¿Es ese chico George? Ah no, verdad que tiene novia, o lo que sea que sea ella. Ehm… Ah, ¿ya le pusiste atención a Pete? O es el guapo ese que bailó sólo una vez contigo… ¿cómo se llamaba? ¿Paul?

Martha: Sabes, creo que es buena idea que vayamos al pub.

Yo: ¡Sí es Paul!

Martha: Claro que no, no inventes. Ni te acercaste. Vamos ya. – gruñó jalándome del brazo. Sonreí con satisfacción. Acababa de admitir que quería a alguien, y no se lo iba a dejar pasar tan fácil.

Cuando llegamos, fui directo a la barra del bar. Ella me siguió volteando los ojos, y se sentó a mi lado mientras yo empezaba con un vodka.

Martha: ¿No crees que sea algo fuerte?

Yo: Para nada, amargada. Ven, tómate uno. – ella negó con la cabeza – Por favor, el vodka es lo mejor para los despechos. La verdad no, pero tómate uno.

Se rindió con un suspiro y se tomó el suyo. Aunque… demasiado rápido. Ahora estaba totalmente ida y se había tomado unos cuantos más. El barman nos miraba con reprobación, pero extendí un billete por toda la botella y se alejó sin molestarnos más.

X: ¿Martha?

Un chico rubio muy apuesto se había acercado a nosotras, junto con otro chico que nos miraba con avidez. Martha se volteó al oír su nombre y sonrió abiertamente.

Martha: ¡Alan! Vaya, vaya campeón, sí que has crecido.

Alan: Ni qué decir de ti, eres toda una mujer ahora… Me dijeron que habías cumplido 16 ayer.

Martha: Te informaron bien. ¿Bailamos en la fiesta? No recuerdo la mitad de lo que pasó.

Alan: De hecho no fui, estaba terminando con mi novia. – dijo guiñándole el ojo. Ella se rió – Pero podemos bailar ahora, aunque… dudo que me puedas llevar el ritmo.

Martha: Oh, puedo hacer mucho más que eso, cariño. – sonrió bajándose de la silla directo a los brazos de Alan, para luego irse a la pista.

Nunca la había visto tan decidida y seductora, y aunque de seguro era por efecto del vodka, le sentaba de maravilla. Sabía también que lo más probable era que estuviera así por su despecho, pero… ah, Alan se veía muy buen chico, no le haría nada.

Yo: Y sí… me dejó por el chico rubio. Típico.

X: Ellos se lo pierden. ¿Bailas? – era el chico que acompañaba a Alan hace un minuto. Me encogí de hombros y apuré el último sorbo de la bebida antes de acompañarlo a bailar.

(NARRA GEORGE)

Yo: ¿A un pub?

Paul: Bueno sí, estoy tremendamente aburrido y quiero salir un rato. ¿Vamos?

Yo: Te volviste loco Paul, apenas sí me dejan salir de la casa, ¿ahora me van a dejar ir a un pub?

Paul: No tienes por qué decirles a dónde vas. Miénteles.

Volteé los ojos y estaba a punto de ofrecerle mi rotunda negativa, cuando vi a Rita acercándose. Paul abrió los ojos como platos y me miró con sorpresa.

Paul: ¿Estás saliendo con Rita? No te conocía esos encantos, chico.

Yo: Cállate Paul, aún no estamos “saliendo, saliendo”. Somos amigos y ya.

Él me dirigió una mirada burlona.

Paul: Ajá y Brigitte es mi novia. Por favor… ¡ya sé! Invitemos a Rita, no te puedes negar si ella va.

Rita: ¿A dónde? – interrumpió sin dejarme impedírselo dramáticamente.

Paul: Vamos a un pub. ¿Vienes?

Rita: ¡Claro! ¿Qué esperas George? ¡Vamos ya!

Y así, sin escapatoria alguna, nos fuimos al maldito pub. En cuanto llegamos, perdimos a Paul al instante, se había ido con la primera chica rubia que había cruzado con él.

Intenté sacar a Rita a bailar, pero me detuvo.

Yo: ¿Qué?

Rita: ¿Esa no es Martha?

Por supuesto que era ella. Bailando como una diva con otro chico en mitad de la pista. Se notaba que estaba pasada de tragos, pero sí que bailaba bien. Rita me apretó el brazo.

Rita: ¿Le hacemos competencia?

Yo: No tienes que repetirlo.

Y salimos a bailar.

Fue una delicia y al final cansados, nos sentamos. Fue entonces cuando divisé a Aly al fondo del pub. Se veía… hermosa.

Vaya, vaya, ¿quién lo diría? Aly resultó ser una alcohólica sin remedio. JAJAJA olvídalo Aly, fue con amor (? Me carcome la duda... ¿a dónde habrán ido John y Fernanda? Aunque... bueno, me alegra que John se haya estresado por ella. Don't worry Fer, we all love you ;)

Y ese George... pilluelo, te atrapamos mirando a Aly e.e Y ni qué decir de Paul...
¿Qué pasará con Martha? ¿Pasará algo con Alan?

Ximena! Nunca habías comentado, soy tan feliz :') Lo sé, Fernanda me parece excelente. Insisto en que me cae bien :D

Aly, aly, aly... ya he hablado mucho de ti, pero ten cuidadito con George... jajaja

DEBBIE, NO TE AVIENTES, AÚN HAY ESPERANZA (? Neh, la verdad que no sé. Si las cosas salen mal, puede quedar embarazada de Alan... jajaja ESPERO LOS CAPÍTULOS, MUJER! Aunque los tuyos valen el doble ;)

Jajaja, Mary, no lo sé, necesitaríamos un dibujo de Aly para saber si es tan escultural como Bardot... Aunque yo sí creo, tiene sangre brasileña... Pobrecilla Martha... ¿¿qué le pasará ahora??

Vale, si no dejas de amenazar a Mary, te censuro los comentarios. Ok no, pero contrólate nena, ¿sí? Me encantaron las 16 cosas que amaste y los vestidos. Pienso que puede ser el número 2

Y LITA! Amé todos los comentarios de todos los capítulos :3 Tal vez la ama... tal vez solo quiere ser muy troll con ella ;)

Ah, y bienvenidas Cecilia y Elizabeth. Un gusto que nos sigan ^^

Ya, suficiente.

P.D: Martha durmió 12 horas? JÁ pues yo dormí 14! Soy una insomne que duerme mucho, que absurdo.
P.D 2: Tal vez no publiquemos en un buen rato, nos vamos de viaje en vacaciones. Pero aguanten, seguiremos maquinando ideas cuando estemos en la piscina (?

Cuídense, y ya saben. Sí, duerman.
Que Fernanda los visite en sueños ;)

sábado, 22 de junio de 2013

American Girl

21 de Junio. Viernes. Alguna hora en la mañana.

Lo primero que se me vino a la mente en cuanto abrí los ojos y me percaté de qué día era, fue que por fin se acabaría esa semana infernal durante la cual había asistido tediosamente a clases otra vez. No me había equivocado en mi pronóstico, fue toda una tortura. Entre miradas burlonas y de lástima, me senté casi de forma autómata en mi puesto todos los cuatro días que había ido hasta ahora. La única razón por la que había decidido ir, eran los finales….

Ashley y yo habíamos hecho las paces, luego de que me explicara que su actitud del otro día había sido por celos, porque pensó que Stu y yo todavía teníamos algo. Obviamente, eso no le había impedido empezar una relación con él hacía unas semanas. Decidí evitarme más problemas y no darle importancia al asunto, aunque como yo lo veía, Stu se veía más coqueto con las chicas que antes, y su relación… bueno, solo eran conjeturas.

Me desperecé sin mucho afán y me senté en mi cama. Estuve a punto de dar un grito cuando me di cuenta de que… no estaba sola.

Yo: ¡JOHN!

John: Uh, al parecer amaneciste de mal humor… no deberías, ¿sabes? Al menos no en tu cumpleaños.

Parpadeé confundida. ¿Mi qué?

Ah cierto, cierto, el momento en el que me convertía en mujer y blah, blah, blah. Cumplía 16 años, aunque a mí me parecía que con todo lo que había ocurrido, los había cumplido ya hace mucho. Hoy cumplía 16 físicamente, porque mentalmente, me sentía mayor. O al menos eso creía.

Yo: ¿Y qué haces tú aquí? No es común verte levantado a las… - miré el reloj- siete de la mañana.

Él se encogió de hombros.

John: Quería ser el primero en desearte un feliz cumpleaños.

Yo: Que yo sepa, aún no lo has hecho. – respondí traviesa.

Él se acercó a mí con esa sonrisa juguetona que tanto me gustaba, y solo cuando estuvo a escasos centímetros de mi rostro, me miró fijamente y murmuró:

John: Feliz Cumpleaños.

Fue cosa de inercia. Inmediatamente pronunció esas palabras, nuestros labios se juntaron ansiosos, como si se necesitaran mutuamente para existir. A cada segundo que pasaba, la pasión era cada vez más difícil de controlar, y antes de que me diera cuenta, él ya estaba sobre mi cama, tratando de desabrochar los botones de mi pijama con avidez.

Yo: John… ¡JOHN! – dije susurrando alarmada, pues recordé la presencia de Mimi en el piso de abajo.

John: ¿Mhh? – respondió sin darle mayor importancia, estaba demasiado ocupado besándome el cuello.

Yo: ¡John, basta! ¡Mimi está abajo!

John: Eso ya lo sé.

Yo: ¿Acaso te volviste loco? – dije con dificultad. Era complicado concentrarse en las palabras con alguien tan tentador besándote de esa manera.

John: Sí, desde que me besaste en el piso de la sala, estoy loco de remate. – respondió sin dejar de recorrerme con sus labios.

Me rendí en mi inútil intento de persuadirlo y le respondí igual de deseosa. Era increíble empezar el día de ese modo y junto a la persona que más quería… no, eso era exagerado, John solo era… él era…

Mimi: ¿John qué estás haciendo ahí arriba? ¡Deja de holgazanear y llama a Martha, el desayuno está listo!

John soltó una maldición y se levantó a regañadientes. Me abroché los botones con una sonrisa burlona y me dirigí a la ducha.

John: No vayas a pensar que esto termina aquí, todavía falta la mejor parte. Después de todo, estás de cumpleaños.

Sonreí ampliamente.

Una vez estuve lista, bajé al primer piso y me encontré con un desayuno digno de una reina. Había desde huevos hasta pastel, y en mi subconsciente me preguntaba cómo me iba a caber todo eso.

Al lado de aquel festín estaba Mimi, mirándome expectante a mi reacción. Había llegado el día anterior en la noche, y contrario a lo que todos esperaban, no se esforzaba en ocultar su emoción por mi cumpleaños.

Mimi: ¡Feliz Cumpleaños, querida! Oh por Dios, mi niña ya se vuelve toda una mujer…

Yo: ¡Gracias Mimi! Esto se ve delicioso.

Mimi: Espero que te guste, lo hice especialmente para ti. – dijo lagrimeando un poco.

Si bien el desayuno estaba increíble, la conversación que tuvo Mimi con John en ese momento lo agrió.

Mimi: Necesito que vayas por Fernanda a la estación de tren, John.

Él, que estaba reclinado en el borde de la mesa con la cabeza en las nubes, miró a Mimi intrigado.

John: ¿Fernanda? ¿Quién es ella?

Mimi: La chica americana, ¿recuerdas que te dije que venía?

John: ¿Vino en tren desde América? – respondió confundido.

Mimi: No seas estúpido, claro que no. Tomó un tren desde Londres. ¿Puedes ir por ella?

John: Uh… claro.

Mimi: Gracias.

Entonces así se llamaba… Fernanda. No era un nombre común, incluso para ser americana. Tenía un mal presentimiento, algo no iba bien. Pero decidí dejarlo de lado, tal vez eran preocupaciones absurdas y ya.

Mimi: ¡Martha, Ashley ya está aquí!

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Yo: ¿Qué te dijo John cuando salió a recibirte?

Ashley: Nada… que tuviera cuidado con Stu.

Yo: Eres una pésima mentirosa, ¿lo sabías? A pesar de todo, en serio deberías tener cuidado.

Ashley: Pareciera que estuvieras celosa o algo. Déjame, él no me hará nada.

Yo: ¿Segura?

Ashley: ¿Por qué hablamos de Stu?

Yo: Tú SIEMPRE hablas de Stu.

Ashley: Dèja vu. Tú también hablabas de Stu.

Yo: Ya, suficiente con eso.

Caminamos el trecho que faltaba para llegar en silencio, pero al entrar al salón de clases, nos sentamos al lado.

Ashley: Debe ser duro volver a la vida real, ¿no?

Yo: Un infierno. – concedí.

Y lo era. La única razón por la que iba a terminar el semestre, eran las finales. Si lograba pasar satisfactoriamente todos los exámenes, tendría lo suficiente como para convencer a Mimi de dejarme estudiar en la Escuela de Artes, y así dejar de una vez por todas, esa estupidez.
Terminamos y nos fuimos.

Ashley: ¿Qué tal te fue?

Yo: Pan comido.

Ashley: Bueno, al menos esas clases con George han servido de algo.

Yo: Ni que lo digas. Menos mal ya todo acabó, por fin puedo dejar esto…

Ashley: ¿Qué?

Me mordí el labio cuando me di cuenta de mi indiscreción. Ashley no sabía nada de mi plan futuro, y… sabía que reaccionaría como una loca.

Yo: Tengo planeado irme a la Escuela de Artes. Perdón por no decírtelo pero…

Ashley: ¿Ya no confías en mí? ¿Qué te pasa?

Yo: Nada, es solo que sabía que te ibas a poner histérica.

Pareció tentada a soltar todo un discurso sobre los compromisos de la amistad y toda esa palabrería que sabía que diría, pero sorpresivamente, se contuvo.

Ashley: Dejemos así, debo irme.

Yo: ¿A dónde?

Ashley: A casa, adiós. No te preocupes, George te recoge en un rato.

Yo: ¿Cómo sabes que George…?

Pero ya se había ido. Genial, ahora estaba sola. En mi cumpleaños. Aún mejor.

Me senté en una banca en medio del parque y esperé a George. Había pasado cerca de media hora, y empezaba a sospechar que Ashley me había mentido, cuando vi que George se acercaba a lo lejos, aunque no venía solo.

George: Perdón por la tardanza, pero me encontré con un diablillo por el camino y…

X: ¡Hola! Tú debes ser Martha, un placer conocerte. Mi nombre es Rita.

Yo: Umm, un placer conocerte Rita. –respondí algo cohibida, estrechando su mano.

Los rumores sobre su belleza no eran del todo mentira, tal vez algo exagerados, pero tenían bases de verdad. Lo que más llamaba la atención era su forma de ser, tan alocada, tan… Rita. No se sabía que hubiera tenido novio, así que el hecho de que estuviera con George era comidilla de todo Liverpool, aunque no era totalmente cierto. No eran novios… todavía.

George: ¿Tienes planes?

Yo: No, la verdad.

Rita: Entonces vamos de shopping. A George no le importa, ¿verdad que no, George? Claro que no, él no se puede negar a acompañar a la cumpleañera a ir de compras. Feliz Cumpleaños, por cierto.

Yo: Gracias… me parece buena idea. Vamos.

Y casi arrastrando a George, que al oír la palabra “shopping” se había puesto pálido, nos dirigimos al centro, a las tiendas de ropa. Pasamos toda la tarde midiendo, probando, mirando… George ya estaba totalmente mareado.

Pasaba justo al frente de un almacén de vestidos elegantes, cuando una voz familiar que no oía hacía milenios me llamó por mi nombre.

X: ¿Martha?

Me volteé y reconocí a la dueña de esa voz al instante. ¿Cómo olvidarla?

Yo: ¿Aly? ¡Qué sorpresa, hacía mucho no te veía! ¿Qué haces aquí?

Aly: Visitando a una vieja amiga, que se vuelve más vieja aún. ¡Felices 16!

Nos abrazamos emocionadas. Aly había sido una de las pocas personas que lograron entenderme desde pequeña, había sido mi mejor amiga de la infancia; pero no la veía hace 6 años, luego de que su padre tuviera una larga discusión con Mimi y decidiera alejar a su hija de la “mala influencia” para Londres. De ahí, se había convertido en un viaje sin regreso por todo el mundo.

Yo: ¿Cómo te zafaste de tu padre?

Aly: Terminé el colegio hace un tiempo, tú sabes que estaba adelantada y todo eso. Bueno, el caso es que apenas lo acabé, le dije a mi papá que quería vivir en Londres, que tenía más vibra y me podía desenvolver mejor. Me dio permiso, porque incluso él es consciente de que Los Ángeles es un caos.  Y bueno, como hoy es tu cumpleaños, decidí darme una vuelta por el viejo Liverpool… es una suerte haberte encontrado justo ahora.

Yo: ¡No sabes todo lo que me hiciste falta! Ahora que estás aquí, voy a poder desahogarme totalmente.

Aly: ¿Muchos problemas?

Yo: Uno que otro… justo hoy viene una americana a hospedarse en mi casa.

Aly: Sabes, incluso después de todo lo que viví en Estados Unidos, sigo odiando ese estúpido acento. Nada como el nuestro.

Yo: Te apoyo.

Justo en ese instante, llegaron George y Rita, que miraron con algo de sorpresa a mi acompañante.

Yo: Aly, ella es Rita. Rita, ella es Aly, George ella es…

George: ¿Aly? Pensé que no te iba a volver a ver.

Aly: Ya ves qué pequeño es el mundo, Harrison.

Rita y yo los miramos perplejos. Aly se dio cuenta y se apresuró a explicar.

Aly: George es el hijo de Harold Harrison, uno de los motivos por los que me fui de aquí. Tú sabes como es mi padre, y se parece con el de George en que les encanta pelear y tener la razón… fue una estupidez, pero por eso nos fuimos. Aunque… al final fue divertido.

George: Mantuvimos el contacto un tiempo, mientras vivió en Londres; pero luego se cortó. No creí que volvieras de Estados Unidos… me hiciste falta.

Aly: Tú a mí igual.

Eso… se estaba poniendo incómodamente cursi, si tenemos en cuenta la casi-relación que George tenía con Rita. Al parecer George también lo notó.

George: ¿Qué tal si comemos algunas hamburguesas?

Está de más decir que nadie se hizo rogar y que, obviamente, George comió más de una…

(NARRA JOHN)

Mientras llegaba la hora de recoger a la chica misteriosa, aproveché para organizarle una fiesta sorpresa a Martha. Había dos cosas que amaba en ese momento: Martha y las fiestas, así que combinarlas sonaba demasiado tentador como para no hacerlo. Le había pedido esta mañana a Ashley que viniera inmediatamente acabaran las clases sola, ya había hablado con el pequeño Harrison y una vieja amiga de ella que se harían cargo de entretenerla mientras estaba listo. Todo iba a la perfección, y aunque había mucha gente invitada que no conocía a Martha, les bastaba saber que era mi hermana y… que habría alcohol. Ah, y que habría una chica americana nueva por allí. De hecho, todos morían por saber quién era, y cómo era. Las extranjeras causaban conmoción.

Al llegar a la estación, me di cuenta de que no tenía la más remota idea de cómo lucía Fernanda. Aunque, no me costó mucho identificarla.

Se acercó como una aparición. Tenía el cabello largo y negro cayéndole en ondas por la espalda, unos labios tentadores matizados en rosado y una figura francamente escultural. Pero lo que más me atrapó fueron sus ojos. No eran tan bellos como los de Martha, pero tenían su algo. Eran claros y usaba un maquillaje fuerte que los acentuaba el doble. Era como una trampa sin salida, una vez los mirabas, ya no había marcha atrás. Su atuendo era atrevido, usaba una minifalda ajustada y una blusa nada acorde con la estación que realzaba sus curvas. Además traía unos tacos de vértigo.

Teniendo en cuenta todo eso, me fue muy difícil no babear literalmente. No seguía mi estereotipo, pero al carajo los estereotipos, qué chica. Cuando llegó, todavía tenía los ojos abiertos de par en par y el cigarrillo que tenía encendido, a punto de quemarme los dedos.

Fernanda: ¿Eres John Lennon? – preguntó con un acento que se me antojó celestial.

Yo: En persona. ¿Cómo supiste que era yo? – respondí tratando de mantener la compostura.

Fernanda: Mi mamá me dio una foto para que no me perdiera, aunque… eres más guapo en persona. –sonrió coqueta – Soy Fernanda, pero todos me dicen Fer.

Yo: Encantado de conocerte, Fer. No te ofendas pero… ¿qué tipo de nombre es ese?

Fer: Latino. Mi papá es de Brasil, y decidieron ponerme así en honor a sus raíces y eso…

Yo: ¿Has visitado Brasil?

Fer: Viví ahí unos años… me encanta, es muy colorido. Mi papá quiso que me sintonizara más con todo eso, y practico capoeira desde que tengo memoria. Por eso es que me mantengo tan bien. – añadió guiñándome un ojo.

No entendí la mitad de lo que dijo, y ella al darse cuenta, procedió a explicarme todo acerca de Brasil y su deporte… yo estaba embobado. Le cargué las maletas y hablamos durante todo el camino a casa. Ella se maravilló por la arquitectura inglesa y no paró de derrochar su particular acento. Todos nos miraban con curiosidad, y los más jóvenes se veían ansiosos de ir a la fiesta a conocer a la chica misteriosa…

Fer: Hermosa casa… ¿quién cumple años?

Yo: Mi hermana… ya la conocerás. Ven, te mostraré dónde vas a quedarte.

(NARRA FERNANDA)

Así que esto era Liverpool. Delicioso.

John Lennon… aún más delicioso.

Mientras él me explicaba que tendría que compartir habitación con su hermana  “Martha” yo no podía quitarle los ojos de encima. Por la forma en que hablaba de ella y las expresiones de su rostro, pude deducir que no eran sólo hermanos. Ahí había algo más… que no estaba dispuesta a permitir.

Ese chico de aspecto rudo, ojos traviesos y ademanes coquetos era mío. Ya lo había decidido y así iba a ser. Nadie, por muy hermana que fuera, iba a arrebatármelo. Nadie jugaba con Fernanda.

(NARRA MARTHA)

George insistió y me llevó a su casa, pues decía que tenía un regalo especial para mí. Las chicas también insistieron y una vez adentro,  me encontré con un paquete con mi nombre en medio de la mesa.

George: Ábrelo

Era un vestido rojo cereza de infarto. Los miré con la boca abierta.

Yo: Es delirante.

George: Ahora pruébatelo.

Yo: ¡¿Qué?!

George: No te hagas rogar, pruébatelo.

Yo: ¿Al frente tuyo? – pregunté alzando una ceja.

Él volteó los ojos y me dirigió a su habitación. Estaba muy ordenada. De hecho, el orden era casi compulsivo. A un lado, como esperando a ser tocada, estaba una guitarra.

Yo: No sabía que tocaras la guitarra…

George: Cállate y vístete. Vamos, apúrate. – respondió él, y cerró la puerta a sus espaldas.

Me quedaba perfecto. Los pliegues y arandelas se acomodaban en mi cuerpo de tal forma que lo delineaba a la perfección. Vaya que ya no era una niña…

Rita interrumpió mis cavilaciones y entró sin golpear.

Rita: Te va de maravilla ese vestido.

Yo: ¡Rita! ¿Qué tal todavía no me hubiera terminado de vestir?

Rita: No seas dramática. Es hora del maquillaje, ven.

Muy confundida sobre el por qué de todo esto, me dejé maquillar y peinar por ella y por Aly, que se sumó a la sesión de belleza un tiempo después. No me dejaron preguntar nada, parecían locas cantando canciones de Elvis a todo pulmón sólo por evadir mis preguntas.

Rita y Aly: Ya está.

Nunca, repito NUNCA, me había visto tan bien. Eran todas unas magas.

Yo: Gracias… pero, ¿porqué llevan ustedes también vestido?

X: ¿Ya están listas, chicas?

Rita: En un segundo salimos, George.

Y sin darme tiempo de protestar, me arrastraron hasta el auto, donde el papá de George nos llevó hasta mi casa. Sólo que… no parecía mi casa. No recordaba tantos globos ni luces…

En cuanto entré, se hizo un silencio sepulcral. Minutos antes, habían estado todos alrededor de una chica peculiar, que identifiqué al instante como Fernanda. Era bellísima, pero… tenían que admitir que en ese momento, yo lo era más. Todos se habían quedado embobados, mirándome.

Todos: ¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS, MARTHA!!

Y seguido de eso, una ronda interminable de saludos y felicitaciones de parte de gente que no recordaba ni reconocía. Una pila de regalos se amontonaba cerca de las escaleras y el inconfundible olor a alcohol ya estaba esparcido sin remedio.

De entre la multitud, reconocí una figura que se me acercó con una sonrisa. Sus ojos destilaban deseo.

John: Pareces una diosa, ¿sabías? Si no fuera porque somos hermanos… - dijo arrastrando las palabras.

Yo: No puedo creer que ya estés borracho John, apenas son las siete.

Me agarró de la cintura y me susurró al oído.

John: Disimula un poco… recuerda que tenemos un asunto pendiente. Nos vemos luego y te doy tu regalo.

No, no estaba borracho… o no TAN borracho aún.

Saludé, bailé y tomé demasiado, algo mareada, me senté en una silla. Ahí estaban todos mis conocidos, Stu con Ashley y… ¿George con Aly? Uhmm…  Pete Shotton – que ya me había sacado a bailar y dicho… bueno, me había dicho muchas cosas – y toda la banda de John. Incluido Paul.

Hablando de Paul, se me acercó en ese instante. No se veía tan ebrio como todos, sin embargo, yo había pensado que tenía que estar muy borracho para venir a hablarme.

Paul: ¿Quieres bailar?

Acepté confundida, y salimos a la pista.

Yo: ¿Por qué bailas conmigo? Pensé que me odiabas.

Paul: No te… no te odio. Sólo no me agradas. Además, hoy es tu cumpleaños, sería una descortesía no bailar contigo… desperdiciarías el vestido. Te ves hermosa, por cierto.

Yo: Estás ebrio. – concluí.

La canción acabó, pero no me soltó. Me sostuvo de la cintura lo suficiente para decirme una última cosa.

Paul: No estoy ebrio. Sólo te estoy diciendo la verdad… es como decir que la chica nueva, la americana, está como para tirársela.

Me solté de él con fastidio. Él me sonrió con descaro y me dejó en la mitad de la pista. Aunque no estuve sola por mucho tiempo.

John: ¿Me permite esta piesa señorita?

Yo: Ahora sí estás borracho, John. – le respondí riéndome.

John: ¿Y ezo qué?

Bailamos – o mejor dicho, nos mecimos- una canción lenta, abrazados con fuerza. Había que agradecer que estuviera oscuro y que todos estuvieran lo suficientemente ebrios como para no reconocernos. Fue muy romántico, a pesar de la evidente falta de coherencia de John.

Cuando terminamos, me encontré con la mirada felina de Fernanda que nos miraba sospechosamente. John se apartó por otro trago y ella se me acercó.

Fer: Soy Fernanda, la chica nueva. Voy a compartir habitación contigo… por cierto, feliz cumpleaños. – dijo con un acento que odié al instante.

Yo: Un placer… soy Martha. – respondí sin poder evitar fruncir el ceño. ¿Compartir habitación?

Fer: Nos veremos luego… tal vez. – y se alejó caminando como una… uhm.

Las parejas de baile estaban ya extendidas hasta el patio, y disfruté de la música un rato más.

Eran cerca de las dos de la madrugada, y me pregunté dónde estaría John… hacía un rato no lo veía. Bah, debía estar por ahí.

Me quité los tacones y subí las escaleras, muerta de cansancio. ¿Qué era ese ruido? Ah, no importaba.  Lo único que quería en ese momento era dormir y no despertar hasta la semana siguiente, pero al abrir la puerta…

Ah, con que eso era el ruido.

Hellow! Capítulo largo... Mónica dice que le volvió la inspiración y que lo más probable es que haya de estos más seguido... 
¡¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS FERNANDA!!! Sí, la Fernanda de la historia existe de verdad, aunque en la vida real me cae mejor que la de la historia... aunque.. no sé, esta chica de la historia no me cae tan mal ;) En fin, Fernanda -la de verdad- estaba de cumpleaños ayer 21, así que le otorgamos el honor de que cumpliera el mismo día que Martha y que... bueno, lo sabrán. 
Que cumplas muchos más chica, sé que estás leyendo esto, ¡feliz cumple! Espero te haya gustado.

¿Qué les pareció? muehehehe. ALY! POR FIN APARECISTE! Te lo dije ;) 
Rita, VOLVIOOOO! Ah, y antes de que se me olvide, aquí está su nuevo fic: http://estoesparamary.blogspot.com/ Me halaga, se inspiró en nosotras para el título :')
Perdón por no escribir más, pero PAUL ESTÁ CANTANDO MY VALENTINE Y NO ME PUEDO CONCENTRAR! Pero tampoco pienso parar la canción ;)

Cuídense chicas, y ya saben, DUERMAN MUCHO.
Bye bye. 

martes, 18 de junio de 2013

Capítulo 22.

(NARRACIÓN NORMAL)

Lo último que Martha deseaba en esos momentos era compañía, pero si venía de George la verdad era que no se podía negar, el chico lo hacía con la mejor intención. Sin embargo la ansiedad que la había impulsado en un inicio a dejar a John en su casa, se estaba apoderando de ella nuevamente. No era prudente quedarse tanto tiempo en un solo lugar.

Martha: Gracias por el café George, nos vemos luego. – se apresuró a levantarse, ante la mirada preocupada de George.

George: Martha… ¿en serio estás bien?

Martha: Perfectamente. – mintió.

George: Una cosa antes de que te vayas… por favor, prométeme que volverás a clases.

Martha, que incluso ya se había dado la vuelta para irse, se detuvo en seco y miró a su interlocutor mordiéndose el labio con inquietud. Ese era uno de los temas que no le apetecía discutir, porque realmente no conocía la respuesta, y tan solo pensar en eso le provocaba un mareo repentino.

Martha: Claro… por supuesto que volveré.

George: No me mientas, Martha.

Martha: Perdón George, pero lo que menos quiero es ir a sentarme, no hacer nada y recibir las miradas hipócritas llenas de lástima de los otros estudiantes. – “Incluida Ashley”, pensó con amargura- Lo único por lo que volvería sería por las clases de artes.

George: Lo supuse.

Martha: ¿Qué?

La mirada comprensiva del muchacho la hizo notar cuan agitada estaba, y trató de disimularlo acompasando su respiración. Él suspiró.

George: Lo supuse por tus cuadros. No he visto los suficientes, pero lo que he visto me ha gustado, y me parece que deberías entrar a la escuela de artes. Así te entretienes con algo que te gusta.

Martha lo meditó unos instantes. Parecía una buena opción, de hecho, era lo mejor que le habían dicho en mucho tiempo.

Martha: ¿Tú crees que Mimi me apoye?

Él se encogió de hombros.

George: A lo mejor sí, ella no es ni la mitad de estricta contigo de lo que es con John.

Sopesó las palabras de su amigo, y decidió que definitivamente, eso era lo que quería hacer. La dejaran o no, lo haría, pues pintar se había convertido en lo único que la conseguía sacar del ensimismamiento agónico que la realidad le presentaba. Lo haría.

(NARRA MARTHA)

No quería volver a casa todavía, pero tenía que salir de allí. Por mi cabeza cruzó la idea de pintar un poco, pero desafortunadamente las pinturas estaban en la casa y… no quería ir. Compraría algo por el camino y pintaría en el parque. O algo así.

Me despedí de George con una sonrisa y me dirigí a la puerta, pero al abrirla golpeé a alguien que estaba al otro lado y lo tumbé al suelo. Genial.

Yo: Cielos, ¿estás bien? Discúlpame no te vi.

X: Supongo que fue mi culpa, no me percaté de que ibas a salir y…

El chico se interrumpió en su frase cuando levantó su vista del suelo y me miró. Me había reconocido y yo a él.

Yo: Lo siento Paul.

Paul: Lo que digas… ¿Me estás siguiendo? Déjame en paz, vete a molestar a otra persona.

Lo había dicho con un gruñido irritado y lo miré sorprendida.

Yo: ¿Y a ti qué te pasa? No te estoy siguiendo, llegué antes que tú. Por algo estoy saliendo y no entrando.

Paul: Ahórrate tus explicaciones y déjame entrar. – Dijo tratando de apartarme con sus manos.

Yo: Yo no tengo la culpa de tus problemas.

Se quedó inmóvil, con las manos en mi cintura y el ceño fruncido.

Paul: ¿Estás segura? – murmuró él con un tono neutral, cerca de mi oído.

Iba a responderle que no entendía a qué venía todo esto, pero aprovechando mi estupefacción, me apartó  no sin cierta brusquedad y entró a la cafetería.  Bufé indignada. ¿Qué le sucedía a ese chico? Ni siquiera me conocía y ya me odiaba.

Caminé refunfuñando hacia la tienda de pintura y cuando llegué, entré rápidamente. Me apoyé en el mostrador con semblante aburrido esperando a que la dependienta me atendiera, mientras miraba los diferentes tipos de pintura y lienzos que había por todo el lugar.

X: Hola extraña.

Me sobresalté al sentir  esa voz imprevista a mi espalda, pero la reconocí de inmediato.

Yo: Stu, casi me matas de un susto.

Stu: Perdón por eso – sonrió con dulzura – No esperaba encontrarte por acá, Martha.

Yo: Pues aquí estoy.

X: ¿Se le ofrece algo, señorita?

Era la chica que atendía en el lugar, que me miraba con frialdad.

Yo: Eh… sí, un lienzo de 40x40

Stu: ¿No es algo grande?

Yo: Claro que no, ya verás.

La muchacha asintió y se dirigió a la trastienda para buscar mi pedido, no sin antes dedicarme una mirada envenenada. Parpadeé confusa.

Yo: ¿Y a ésta qué le pasa?

Stu: Está celosa porque pareces muy cercana a mí, y ella no. – respondió reclinado sobre el mostrador, mientras sonreía divertido. – Me lanza muchas indirectas, pero yo no le hago mucho caso.

Yo: Vaya, sí que eres un don Juan.

Stu: No es nada del otro mundo, Martha, solo sonríes un poco y ya está. Las hormonas hacen el resto.

Negué con la cabeza, sonriendo. Había madurado desde que lo dejé y parecía irrefrenable.

X: Aquí está su lienzo.

Yo: Gracias.

Stu: ¿No tendrás alguna promoción en pinturas o algo así? Sería agradable pintar por menos, tú sabes. – dijo Stu, guiñándole un ojo. Ella se sonrojó y esbozó una sonrisa tonta.

X: Con lienzos de ese tamaño viene un frasco de pintura gratis. ¿Quieres escoger alguno?

Yo: Claro ehm… éste plateado servirá.

Stu: Gracias linda, creo que vamos a pagar.

Ella nos dirigió embelesada hacia la caja, y mientras hacía las cuentas aún con esa sonrisita tonta en los labios, miré el frasco plateado con curiosidad.

Era brillante y reluciente, y por algún motivo, me había traído a la memoria la sonrisa de Julia. Demonios con eso, seguía pensando en ella. Bueno, al menos era mi objeto de inspiración y eso era algo favorable. Ese choque de emociones me hizo tambalear un momento, pero me alcancé a agarrar del mostrador antes de que me desmayara. La chica no se dio cuenta – por supuesto que no – pero Stu me miró preocupado.

Stu: Yo llevaré esto por ella, gracias.

Yo: Puedo hacerlo sola, no te molestes.

Stu: Insisto.

Salimos de la tienda ante la mirada celosa de la chica y caminamos lentamente por la acera.

Yo: En serio… puedo llevarlo yo.

Stu: Me di cuenta de que casi te desplomas en medio de las pinturas. Ni loco te dejo llevarlo sola.

Suspiré derrotada y caminamos en silencio unos metros más.

Stu: ¿Y qué harás con todo esto?

Yo: Pintar… ¿no es obvio?

Puso los ojos en blanco.

Stu: Pues sí, pero ¿qué pintarás? Sólo tienes un frasco de pintura y un lienzo gigante.

Yo: Planeaba ir a mi casa por el resto.

Stu: No te compliques, mi casa está a unas cuadras. Vamos, yo te las presto.

Asentí aliviada, aún no quería volver a casa. Demasiados fantasmas me atormentaban allí.

(NARRA JOHN)

Estaba a punto de salir cuando sonó el teléfono. Solté un bufido, irritado y contesté de mala gana.

Yo: ¿Hola?

X: ¡John! Ay cariño, creí que no te encontraría en casa.

“Por poco y no…” pensé suspirando al reconocer la voz.

Yo: Hola Mimi.

Mimi: Sólo llamaba para saber cómo iba todo y para avisarte que me demoraré un poco todavía, se me presentó un problema.

Fruncí el ceño, alarmado. ¿Problema? Julia…

Yo: ¿Qué tipo de problema? ¿Todo va bien? ¿La policía…?

Mimi: No tiene nada que ver con tu madre, relájate. Es sólo que me encontré con una amiga que no veía hace mucho y me comentó que su hija vendría de América de intercambio a Liverpool, así que le ofrecí la casa para que se quedara. Llega para el cumpleaños de Martha.

Yo: Ah… de acuerdo. Nos vemos luego, entonces.

Mimi: Espera, ¿qué harán de almuerzo?

El almuerzo. Cierto,  aún necesitábamos nutrirnos.

Yo: No lo sé, supongo que compraremos algo por ahí.

Mimi: Está bien. Espero verlos pronto, adiós.

Colgué el auricular pensativo. ¿Una chica desconocida en casa? Por mi mente pasaron pensamientos traviesos que deseché al instante, y me dispuse a salir. Pensé que tal vez sería buena idea visitar a Stu, las cosas no habían quedado bien la última vez que lo había visto.  Además, seguro que Martha no seguía en el muelle.

(NARRA STU)

Mi hermana estaba en la puerta mirándonos con curiosidad, y la ignoré olímpicamente al pasar junto a ella, cosa que fue diferente cuando pasó Martha.

Martha: Mira que hermano tan grosero, pasar sin saludar.

Vale: Lo sé, es deprimente.

Rodé los ojos y entré a dejar las cosas en el estudio. Aún así, alcanzaba a escuchar sus voces a la entrada.

Vale: ¿Qué haces aquí? Pensé que ya no eras novia de mi hermano.

Adiviné el color carmesí del que se habrían puesto las mejillas de Martha y rogué al cielo para que la chiquilla no dijera más impertinencias.

Martha: No… no lo soy, simplemente me va a prestar unas pinturas, eso es todo.

Vale: Ya veo… Igual, no te dejaré pasar si no me das galletas.

Martha: ¿Galletas? No tengo galletas aquí.

Vale: Mala suerte…

Yo: Ey niñita malcriada, déjala pasar.

Ella sonrió burlonamente y la dejó pasar. Negué con la cabeza y Martha soltó una carcajada. Caminamos hacia mi estudio.

Martha: Nunca me contaste de dónde salió tu hermana. Apareció de la nada.

Yo: Probablemente se deba a que no lo sé. Un día llegué y ahí estaba, pero no le di mucha importancia. Tiene algo que ver con mi padre… no sé, ni me interesa, la verdad. Solo sé que es un demonio.

Ella se rió y entramos. Era caótico, pero ya me había acostumbrado.

Martha: Pintemos afuera.

Yo: ¿Qué?

Martha: Vamos no seas aburrido. Pintar aquí es deprimente, tienes que admitirlo. Además, afuera es más divertido.

Sacamos todo el material al jardín trasero y ella empezó con su dibujo. Yo también tenía planes para pintar, pero al cabo de un momento dirigí mi atención hacia ella, preguntándome qué estaría pasando por su cabeza.

Martha: ¿Pasa algo? – preguntó al darse cuenta.

Yo: No, ¿por qué?

Martha: Porque no has dejado de mirarme desde que empecé a pintar.

Yo: No te ilusiones, no eres tan encantadora como piensas.

Martha: Eso no lo decías hace unos meses, Stuart.

Yo: Déjame en paz, Lennon.

(NARRA MARTHA)

Al inicio lo miré confundido, porque pensé que se refería a John, pero al momento recordé que éramos hermanos y que por lo tanto, compartíamos apellido.
¿Qué sería de John? Lo había dejado botado… bah, estaría bien. Me concentré de nuevo en mi pintura, con ahínco.

Stu: ¿Qué se supone que pintas?

Yo: No sé, algo que me gusta.

Stu: Pues pareciera que estás expresando todo lo que…

X: … lo que veías en Julia, ¿no es así, Martha?

Me sorprendí, pensando que era un espejismo de mi mente, pero al voltearme, ahí estaba él, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. La chaqueta de cuero le daba una agresividad extra a la escena.

John: Deberías dejar su recuerdo quieto, Martha.

Yo: ¿Qué haces aquí?

John: ¿No puedo visitar a mi amigo? – alzó las cejas con sarcasmo.

Stu: Hermoso Lennon, llevas el caos por donde caminas.

John: Cierra la boca Sutcliffe, no sabes lo que dices. Al parecer tienes compañía así que… me voy.

X: ¡Stuart, a comer!

Yo: ¿Ya es tan tarde?

John: El tiempo debió parecerte muy corto en compañía de tu EX – novio, ¿no es así?

Yo: Cállate.  Gracias por todo Stu, ¿puedo dejar esto aquí? Creo que iré a almorzar… lo recojo luego, ¿vale?

Stu: Claro, CARIÑO, no te  preocupes. – respondió burlón, haciendo énfasis en la palabra para fastidiar a mi hermano, que lo miraba con ganas de asesinarlo. La había cazado al vuelo, era obvio que sospechaba de lo que sucedía entre nosotros.

Salimos de ahí, dejando un ambiente tenso a nuestra espalda, como una estela maligna.

(NARRA JOHN)

¿Qué tenía que hacer ella en la casa de Stu? No era recomendable que estuvieran solos de esa manera, considerando todo su pasado. Además, esa actitud de Stuart empezaba a parecerme sospechosa…

Martha: Pensé que estarías ensayando.

Me interrumpí en mis pensamientos para mirarla detenidamente. Habíamos caminado sin rumbo fijo desde que salimos de la casa de Stu y era la primera vez que me dirigía la palabra desde entonces.

Yo: El ensayo se canceló cuando al señorito McCartney le agarró una rabieta y se fue.

Martha: ¿Y qué le pasa a ése?

Yo: No lo sé, estaba bien hasta que… hasta que te fuiste.

No lo había notado. Paul había actuado muy pacíficamente hasta que ella se había ido, pero no le encontraba explicación lógica a todo eso.  Ella se rió.

Martha: Casi le rompo la nariz.

Yo: ¿Le pegaste a Paul? – pregunté sorprendido.

Martha: No… bueno sí, pero fue sin intención. Estaba saliendo de la cafetería del muelle y él venía entrando, así que nos chocamos. Casi me manda al infierno.

Yo: Seguro está así por lo de Julia.

Ella me miró con una mezcla de enfado, diversión y curiosidad. Daba un aspecto tétrico. Empezaba a asustarme.

Yo: ¿Qué?

Martha: ¿Qué tiene que ver Paul con Julia?

Yo: Su madre murió hace unos años… seguro todo esto le hizo recordar cosas que no quería.

Silencio incómodo. 

Yo: Bueno… ¿y qué quieres almorzar?

Martha: Vamos al muelle.

Yo: Oye, ¿Qué con ese lugar?

Martha: No sé, sólo… me gusta. Me ayuda a conectarme con los que ya no están.

Cuando llegamos, nos reclinamos sobre el barandal. Tuve unas ganas enormes de abrazarla, pero recordé que aún éramos hermanos y que a los ojos de la sociedad, no existía nada entre nosotros. En teoría.

Yo: ¿Extrañas a tus padres?

Martha: No sé si los extraño… no los puedo recordar. Pero me intriga mucho saber quiénes eran. En fin… ¿Por qué no vamos a almorzar a casa?

Enarqué una ceja.

Yo: ¿Qué? Dijiste que querías almorzar aquí, ¿recuerdas? Además, espantaste a mi chef estrella y ninguno de los dos sabe cocinar.

Ella suspiró frustrada.

Martha: Deberían llevar la comida a las casas… nos ahorraríamos mucho trabajo. En fin, ya qué, almorcemos aquí. Además no tengo la culpa de que tu chef sea tan malhumorado.

Yo: ¿Por qué hablamos tanto de Paul?

Martha: ¿Estás celoso?

Yo: Claro que no. No me importas tanto.

Martha: Es agradable saber eso, ya sé que no te importaría si me involucro sentimentalmente con él.

La miré estupefacto. ¡¿Qué?!

Yo: ¿De qué hablas?

Martha: ¿Qué somos John? ¿Sólo hermanos? ¿Te afectaría en algo que empezara a salir con alguien más?

Yo: ¿Y a ti?

Nos miramos fijamente, sin encontrar respuestas a las preguntas.

X: ¿Qué desean ordenar?

Martha: Langosta en ceviche.

Joh: Wow, calmada chica, no soy millonario aún. Pide algo… no sé… “accesible”.

Ordenamos platos sencillos y la camarera se fue a la cocina.

(NARRA MARTHA)

Comíamos en silencio, era obvio que algo martilleaba la cabeza de John, pero no era la conversación anterior. Eso habíamos decidido postergarlo para cuando estuviéramos solos.

Yo: ¿Johnny? ¿Qué tienes?

Sin respuesta.

Yo: Oye, no me ignores así.

John: Lo siento, estaba pensando. – respondió como saliendo de un sueño.

Esperé impaciente a que se explicara, pero él quería hacerse rogar. Volteé los ojos.

Yo: ¿En qué piensas?

John: Mimi llamó mientras no estabas… dijo que se demoraría un tiempo más.

Yo: ¿Algo de Julia…?

John: No, nada de eso. Se encontró con una vieja amiga y le ofreció dónde hospedarse a su hija, que al parecer viene de América. Va a vivir en nuestra casa.

Americana… Esas chicas me daban mala espina. Tan… liberales. Algo iba a ocurrir, lo presentía.

Yo: ¿Y cuando llega?

Me miró atentamente, con una mezcla de diversión y preocupación.

John: Llega en tu cumpleaños.

Genial. Un escalofrío sin nombre me recorrió la espalda, pero decidí omitirlo. No iba a permitir que una chica me arruinara mi cumpleaños 16. Y menos si era americana.

Al parecer el todopoderoso McCartney en su cumpleaños 71 hizo un milagro y aquí está, un capítulo monstruosamente largo. ¿Qué dicen? ¿Lo leyeron todo? e.e


Por cierto, ¡FELIZ CUMPLEAÑOS, SIR! Bueno, ya se acabó, realmente, pero cuando empecé a editar, todavía era 18, así que podría decirse que fue su influencia la que nos iluminó (?

Bienvenida Lita! Lita McCartney Page acaba de seguirnos :3 Eres adorable, chica, gracias por leer.

Un saludo enorme a todas... -tengo pereza de hacerlo individualmente- y algo para que se entretengan:

¿Quién es esa chica misteriosa? ¿qué pasará en Liverpool?¿Cual es su nombre? ¿Cuándo cumple 16? ¿16? ¡Es una niña! Ok no, es mayor que yo. ¿Pasará algo entre John y Martha? ¿George y Rita? ¿Stu y Ashley? ¿Paul y... eh... quien sea? 

Veremos.
Salimos a vacaciones ayer, con suerte publicaremos más seguido ahora. 
Duerman dearies, nos hablamos.