miércoles, 15 de enero de 2014

Go to him

(NARRA MARTHA):
La expresión de John era indescifrable. Sus ojos expresaban rabia, pero no era por mí, o Paul ni nada que se le pareciese, era algo más. Luego de sostenerme la mirada por unos minutos, se volteó sin decime nada y se alejó con pasos cansinos.
De acuerdo, estaba completamente perdida. No tenía ni la menor idea de qué podía estar pasando y eso me molestaba. Justo me estaba preguntando qué podía haber pasado cuando uno de los policías se nos acercó y se dispuso a explicarnos.
Sin embargo, el marcado acento alemán pronto fue sustituido por un fuerte inglés en una voz que reconocía muy bien…
Voz: No pueden irse ahora Martha. Tienes que hacer algo.
Yo: ¿Qué? ¿John?
Policía: ¿Disculpe?
Parpadeé varias veces y noté que me había desconectado, esas visiones estaban matándome.
Astrid: ¡Martha!
La voz llegó desde el otro lado del pasillo y al voltearme a encontrarme con ella, me di cuenta de que en realidad nunca había notado cuándo se había ido. Concéntrate Martha, no puedes andar soñando por ahí como si nada.
Pero no estaba en el mismo lugar que antes. Era como si me hubiera desmayado, tenía un enorme vacío mental en el que no alcanzaba a adivinar qué podía haber.
Astrid: ¡Stu puede quedarse! ¿LO PUEDES CREER? ¡SE VA A QUEDAR!
La enfoqué confusa. ¿De qué estaba hablando?
Yo: ¿Qué? ¿Y los otros chicos? ¿Qué va a pasarles a ellos?
Ella me miró como si evaluara mi salud mental, así que aparté la mirada algo incómoda. Al final pareció cerciorarse de que no tenía ningún tipo de derrame cerebral o enfermedad psicótica que mereciera una llamada al hospital, por lo que siguió hablando.
Astrid: No sé en qué estarás pensando, pero solo para no sentirme incluso más rara que ahora, te repetiré lo que nos dijo uno de esos policías cinco minutos antes. – puso especial énfasis en el “cinco minutos” – Los chicos van a ser extraditados, pero pude hablar con el jefe a cargo y Stu puede quedarse.
Yo: ¿Por qué él? – esperé que eso no sonara muy celoso de mi parte.
Astrid: Bueno, Stu no era un miembro activo de la banda, y como no hay más cargos contra él, es libre de irse.
Yo: ¿Cuándo dejó la banda? ¿Y de qué cargos hablas?
Ella puso los ojos en blanco. Debía estar sonando como una niñita con todas esas preguntas.
Yo: ¿No te lo contó John? Stu le dijo que dejaba la banda hace unos días. En cuanto a los cargos, el dueño del bar en el que tocaban los chicos puso cargos contra John por el golpe que le dio el día que te desmayaste. Y sin John la banda se desmorona, así que Paul, George y Pete hicieron otro tanto para que los extraditaran también.
No pude preguntar qué habían hecho esos dos para que los extraditaran, la sensación de culpabilidad no me dejaba moverme. Era por mí. Los chicos se estaban yendo por culpa mía.
Astrid atrapó al vuelo la dirección de mis pensamientos y me pasó un brazo por la espalda.
Astrid: No es tu culpa, ¿de acuerdo? Todo va a estar bien.
Sin soltar otra palabra, salimos del lugar y nos encontramos con Stu, que estaba esperando por nosotras afuera. Me dirigió una mirada comprensiva que yo agradecí y luego se fundió en un beso apasionado con Astrid.
Yo: Eh…  ejém.
Astrid se separó con una sonrisa y me miró sonrojada.
Astrid: Lo siento. La emoción del momento, tú entiendes.
Stu: Iba a ir a despedirme de los chicos… ¿qué dicen?
Solté un suspiro. Dolía.
Yo: Claro, por qué no.
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Recorrí la habitación con la mirada, pero no había rastro de John. Fruncí los labios enojada. Tal vez no había salido de la habitación... Me acerqué con pasos rápidos a la pocilga en la que habían vivido los últimos meses y estaba a punto de entrar hasta que una voz que conocía bastante bien me detuvo.
Paul: No entraría ahí si fuera tú.
Me volteé irritada a encarar a McCartney, no soportaba que me hicieran bromas justo ahora. No con todo esto. Sin embargo, algo en la expresión de Paul hizo flaquear mi determinación de entrar ahí ciegamente y me quedé mirándolo con el ceño fruncido.
Yo: ¿Y por qué no harías eso?
Él se despegó de la pared en la que había estado recostado todo ese tiempo y se me acercó hasta que estuvo a unos centímetros de mí. Crucé los brazos sobre el pecho, mientras sus ojos enmarcados en esas pestañas de ensueño estudiaban mi cara con cuidado.
Paul: Hablo en serio. No te convie… - un sonido dentro de la habitación lo distrajo un segundo, antes de volver a mirarme, esta vez con más urgencia. – Deberías irte. Por favor.
Pero fue muy tarde. La puerta se abrió y una rubia semidesnuda salió de la habitación y sin prestar atención a nadie, atravesó el pasillo hacia la salida. Solté un jadeo ahogado y miré a Paul para que desmintiera lo que estaba pensando, pero él tenía la mirada fija sobre mi hombro, en dirección a la puerta.
John salía acomodándose los pantalones y arrastrando su maleta con expresión fastidiada.
(NARRA JOHN)
Maldición.
Los ojos tornasol de Martha me miraron primero con dolor y luego con rabia. Sabía lo que había hecho, era fácil de deducir teniendo en cuenta las circunstancias. Me mordí el labio e intenté acercarme, pero ella me dio la espalda y corrió hacia los chicos, que estaban despidiéndose un poco más allá.
Estaba a punto de irme, cuando un maullido proveniente de debajo de la cama me recordó que tenía una mascota. Pete lo alimentaba, yo solo lo veía cada que tenía que sacármelo de la cara para que no me fastidiara cuando dormía. Pero… eso me daba tema de conversación.
Agarré a Harry y me dirigí hacia donde estaba ella.
X: ¿Qué estás haciendo con Harry?
Miré a Pete confuso. Eso había sonado casi gay.
Yo: Es mi gato, ¿no?
Pete: Ah… claro. Lo olvidé, lo siento. ¿Todo listo John?
Yo: Supongo que es hora de volver a Liverpool, Pete. – dije soltando un suspiro.
Me acerqué a mi chica y la tomé por el brazo. Ella se volteó lentamente y me dirigió una mirada asesina.
Martha: ¿Qué quieres?
Yo: ¿Así es como saludas a tu novio? – dije tratando de besarla, pero ella apartó la cara.
Martha: Qué gracioso.
Y maldición, lo último que quería era ponerme a discutir, así que dejé el tema completamente y pasé a la bola de pelos entre mis manos.
Yo: Eh… quería saber si podías quedarte con Harry.
Su mirada casi se suavizó cuando fijó sus ojos en el gatito que sostenía entre mis manos y lo tomó con delicadeza.
Yo: Claro. Oh Harry, me sorprende que no hayas muerto de hambre. Ven aquí, pequeño travieso.

Y una vez lo tuvo entre sus manos, se volteó y me ignoró por completo, volviendo a conversar con Paul animadamente. Apreté los puños con fuerza, y anuncié a todos que debíamos largarnos de ese lugar de una buena vez.

hola, de nuevo dejando lineas en esta maravilla, espero  que aun le interese leer esto.
lamento no haber publicado antes pero mi maravilloso cerebro no estaba en condiciones optimas para hacerlo, y la  edición no es que halla sido muy veloz que digamos pero en fin aquí esta el resultado de un ataque repentino de inspiración, espero les guste dejen sus comentarios alli abajo.
Monica McCartney les da un gran saludo( espero que Lady Mary se canse mas seguido y pueda subir mas)