domingo, 1 de diciembre de 2013

Capítulo 35

NARRA MARTHA

Mi habitación de pintura solía estar siempre ocupada, ya fuera por mí o Stuart que pintábamos sin cesar o por Astrid o John que a veces les gustaba sentarse a observarnos trabajar. En lo que a John respectaba, decía que me veía condenadamente sensual trabajando de esa forma tan concentrada. Mentiroso.

Pero hoy Stu y yo pintábamos otra cosa, nada más y nada menos que las paredes de la habitación, pues había decidido que se veían demasiado simples. Tal vez si fuera la misma chica de Liverpool me habría dado igual, pero Hamburgo y en especial el aire bohemio que circulaba en esa parte de la ciudad me había influenciado irremediablemente y ahora lo veía todo completamente diferente. Eso incluía, obviamente, la habitación en la que ahora trabajábamos incansables.

Stu lucía despreocupado, pero yo esperaba la pregunta que rondaba por su cabeza desde que entramos allí. Finalmente frunció los labios en una mueca preocupada y me miró desde el fondo de sus ojos penetrantes.

Stu: ¿Estás bien?

Resoplé exasperada. Aún sabiendo lo que iba a preguntar, esa pregunta me parecía demasiado estúpida.

Yo: No es como si me hubieran disparado o algo, solo me desmayé.

Stu: Bueno… de hecho caíste y te chocaste contra una silla. Pudo haber sido algo grave. – su tono protector me sacó una sonrisa. Era adorable en todos los sentidos.

Yo: No es lo que piensan los doctores. Me revisaron todo y dijeron que me encontraba perfectamente.

Stu: Precisamente eso es lo que me preocupa. – gruñó escéptico. Solté una carcajada, después de todo este tiempo, él seguía sin confiar en los doctores. – En fin, ¿vas a decirme qué pasó en realidad? Porque ambos sabemos qué es lo que pasa cada que te desmayas.

Apreté los labios. No quería pensar en eso ahora.

(FLASHBACK)

No sé exactamente en qué momento había decidido volver con los chicos al pub y pasar ahí la noche del viernes, sin embargo, ahí estaba, caminando en medio de la oscuridad de la noche que se desvanecía a medida que avanzábamos por las calles, y los letreros repletos de la sofocante luz de neón aparecían ante nosotros anunciando todo tipo de cosas. Traté de no sentirme incómoda, ellos por su parte, fingieron no ver los anuncios.

Sin embargo, aunque la intención de esa salida era distraerme un poco, seguía rondando por mi cabeza la extraña visita de la que nadie quería hablar al respecto. Hum…

Voz: ¿Sigues pensando en eso?

Yo: No veo nada de malo en seguir haciéndolo.

Voz: De hecho no, pero no  entiendo porqué no confías en mí y lo dejas de lado.

Yo: Francamente, en lo último en lo que confiaría sería en un fantasma.

Voz: A pesar de todo deberías hacerlo…

Traté de ignorar la voz en mi cabeza mirando a los chicos tocar en tarima, se veían muertos de sueño, pero aún así llenos de energía, preparados para explotar. Las visitas del John-fantasma se habían vuelto más comunes y se aparecía en lugares tan inesperados y de formas tan inapropiadas, que había aprendido a hablar con él como si fuera una persona común y corriente, lo cual a veces era merecedor de miradas raras por parte de la gente que pensaba que había perdido el juicio.

Miré con detenimiento el escenario y entonces noté que Stu no estaba con ellos. Otra vez. Sabía que esas constantes ausencias por parte del chico no le hacían demasiada gracia al resto de la banda, en especial a Paul que, si no fuera por la intervención de John, habría sacado a Stu hace milenios. Pero John lo quería demasiado, así no lo admitiera, y eso hacía la estancia de Stu en la banda algo irrevocable, aunque el propio Stu no estuviera demasiado interesado en ella.

Por supuesto que no estaba preocupada por su paradero, sabía exactamente dónde estaba. Fue por eso que Astrid me había dejado tirada a la salida de la escuela de artes, se habían ido juntos al cine. Qué parejita.

Klaus llegó instantes después de que yo notara la ausencia de Stu, me saludó con una amplia sonrisa y luego se sentó a mi lado, disfrutando de la función e invitándome un trago. Realmente le encantaba la música que tocaban, era algo de admirar.

Aún con el trago entre las manos, paseé mi mirada de nuevo por sobre John. Sus ojos oscuros no mentían, estaba preocupado por mí. Esbocé una sonrisa para tranquilizarlo y me acabé el trago de un sorbo.

X: ¡Klaus! Hola, ¿qué haces aquí?

Klaus: Eh… Martha me invitó.

La mirada de curiosidad de Astrid me recorrió de arriba abajo, pero no le di importancia. Había pocas cosas que me importaran ahora, Hamburgo era un lugar tremendo para cambiar a la gente. Stu le soltó la mano a su chica y luego de besarla apasionadamente, corrió a la tarima, donde agarró el bajo que esperaba impaciente por él y empezaba a tocar.

Estaba a punto de enfrentarme a la mirada llena de preguntas de Astrid cuando de repente todo se tornó oscuro y de un momento a otro, caí al suelo.

(FIN FLASHBACK)

Stu: ¿Y? ¿Qué pasó después?

Yo: Sería lindo que por una vez me dejaras acabar mi historia.

Stu esbozó media sonrisa.

Stu: De acuerdo, termina.

X: ¡Traje comida!

Stu: Oh Astrid, incluso nuestros estómagos deben estar conectados si sabes el preciso momento en el que tengo hambre. – soltó él con una mirada enamorada y prácticamente voló sobre la comida.

Astrid: Prefiero no pensar en los detalles gráficos de lo que acabas de decir, pero supongo que hablando metafóricamente, sí, estamos más conectados de lo que creíamos. – se rió la recién llegada, dejando la bandeja de galletas y las Coca – Cola en una silla. Ladeó la cabeza y miró detenidamente la pared. – Es increíble… necesito fotografiar eso.

Y salió corriendo con sus movimientos gráciles de bailarina.

Yo: Creo que… está quedando algo oscuro, ¿no?

Stu: Buen plan, pero no me cambies de tema. Por otro lado, tienes razón podríamos ponerle algo de…

Yo: Azul. ¿O naranja? ¿Qué tal verde? – respondí con la mirada aún fija en la pared. Esperé a que Stu hablara, pero luego de un rato sin obtener una palabra, volteé y lo observé en el piso agarrándose la cabeza y gimiendo de dolor.

Yo: Oh mierda Stu, no es momento para eso, se supone que yo soy a la que le dan ataques, no a ti. – dije en medio de mi angustia, mientras me agachaba y lo sostenía de la camisa. El dolor que se percibía en sus ojos era casi contagioso, algo inaguantable en grado sumo… frente a lo que yo no podía hacer nada, así que me limité a abrazarlo mientras esperaba que se calmara.

Luego de un rato, se calmó y enderezándose un poco, tomó un sorbo de Coca – Cola. Lo miré expectante. ¿Qué demonios había sido eso?

Pero antes de que pudiera formular cualquier tipo de pregunta, Astrid apareció nuevamente en la habitación.

Astrid: ¡Hora de las fotos! Vamos chicos, no se hagan rogar, los necesito a ambos allí, es evidencia.

Y como si nada hubiera pasado nunca, Stu se levantó entusiasmado y posó frente a la cámara. Por mi parte, seguía tan en shock que no pude mover un músculo.

Astrid: Oh vamos Martha, no seas tímida. Ven.

Tratando de restarle importancia a lo que había acabado de pasar, me uní a ellos y luego de toda una sesión fotográfica, Astrid se fue y volvimos a nuestro trabajo.

Stu rehuía mis ojos y se veía tan concentrado, que por un momento me pareció una ofensa enorme el solo hecho de interrumpirlo. Pero al demonio con eso.

Yo: ¿Qué fue lo que te pasó hace un rato? – pregunté dejando de pintar y mirándolo directo a los ojos. No hubo respuesta. – Oye, puede que estés engañando a Astrid, pero a mí no, no después de lo que acabo de ver. ¿Qué fue eso, Stu?

Él se encogió de hombros y finalmente me miró.

Stu: Solo son dolores de cabeza… nada de qué preocuparse.

Yo: No me pareció eso.

Stu: Pues eso es. Nada más.

Yo: Y si solo es eso ¿por qué no le dices a Astrid?

Su labio tembló un poco antes de responder.

Stu: No quiero preocuparla, se pondría histérica.

Yo: Bueno, pues más te vale que vayas a un doctor o le contaré todo.

No respondió nada, pero su mirada me confirmó que lo haría. Con esa casi- confirmación, seguí pintando relajada.

Stu: ¿Y bien?

Esa pregunta me tomó por sorpresa. Esperaba que se le hubiera olvidado todo con ese dolor… mierda.

Yo: ¿Y bien qué? – contesté fingiendo indiferencia.

Stu: No finjas que no sabes de qué te hablo, ¿me vas a acabar de contar?

Me mordí el labio antes de contestar.

Yo: Primero dime qué pasó cuando me desmayé.

Su rostro se tornó sombrío y negó con la cabeza.

Stu: Le dije a Paul que era mala idea…

(FLASHBACK – NARRA STU)

Desde nuestra posición en la tarima lo vimos todo. La expresión vacía de Martha antes de su irremediable caída, que para su desgracia, también incluyó un fuerte golpe en la cabeza con la silla que tenía cerca.
Fue como si les hubieran disparado, de inmediato John y Paul salieron corriendo hacia ella, que reposaba en los brazos de una muy angustiada Astrid.

John: ¡Martha! ¡Nena, despierta!

X: Chicos, vuelvan al escenario. – gruñó una voz que conocíamos bastante bien. El maldito dueño del local que nos explotaba sin misericordia le estaba dando órdenes a John. Mala idea.

Un puñetazo rápido cruzó el aire que separaba a John del bastardo y se estampó directo en su nariz. Un “crack” resonó en toda la habitación mientras que el pesado cuerpo del jefe caía en el suelo, dejando un desastre de sangre en su camisa que provenía de su nariz recién rota.

Paul: ¿Qué demonios estás haciendo? – gruñó cuando vio que John la levantaba en brazos.

John: La voy a llevar a un hospital, ¿tú qué crees?

Paul: Vas a matarla con el frío que hace afuera.

John: ¡Cállate McCartney, yo sé lo que hago!

Astrid: No, no lo sabes. Paul tiene razón, Klaus y yo la llevaremos al hospital en su auto. – la voz femenina sonaba autoritaria en medio del caos y nadie se atrevió a contradecirla. Me dirigió una mirada comprensiva y lanzándome un beso, salieron ella, Klaus y John llevando a Martha en brazos. Fue imposible persuadir a John de que se quedara, era un terco irremediable.

Paul, George y yo – Pete había desaparecido – nos enfrentamos al jefe recién levantado “voy a matar a ese inútil” “ni piensen en volver” y luego de calmarlo a medias, fuimos al hospital para acompañar a Astrid y los chicos.

George: Sabes que si John te ve aquí va a matarte, ¿cierto? – dijo una vez entramos al hospital.

Paul se encogió de hombros.

Paul: Es mi amiga también, puede intentarlo si quiere, pero no voy a dejarla.

Yo: Haz lo que quieras, pero no digas que no te lo advertimos.

Y dejándolo atrás, fui a hablar con la recepcionista, que me dio información detallada de la paciente “Martha Lennon”. Cuando volví, la mirada de Paul era apremiante.

Paul: ¿Y? ¿Dónde está Martha?

Yo: Está en observación, los doctores tratan de averiguar la causa de su desmayo.

George: ¿Y John?

Yo: Imagino que está adentro, con ella.

Mis palabras se vieron confirmadas cuando de repente la puerta de la habitación de Martha se abrió y John salió de ahí. Se detuvo en la mitad del pasillo al vernos y le lanzó una mirada envenenada a Paul.

John: ¿Qué haces tú aquí? – preguntó amenazador.

Paul: Lo mismo que tú. – respondió frunciendo el ceño, sin dejarse intimidar. – Estoy preocupado por ella.

Los puños de John se apretaron peligrosamente.

John: Preferiría que te largaras por tu propia cuenta, antes de que te obligue yo.

Paul: ¿Me estás amenazando? – se burló. - No voy a irme solo porque tú lo dices, me quedaré hasta que ella despierte.

Y se encaminó de inmediato hasta la puerta de la habitación de Martha. Estaba a punto de entrar cuando otro hombre salió de ahí. Vestía bata blanca.

Doctor: Lamento decirle que las visitas se acabaron por hoy.

Y sacándonos a todos, cerró las puertas. Luego de mucho discutir, decidí quedarme para esperar a que la chica de la discordia despertara finalmente…

(FIN FLASHBACK – NARRA MARTHA)

Yo: Pero… cuando desperté estaban ambos ahí.

Stu: Sí, porque pasaste más de un día inconsciente. Ahora… ¿vas a terminarme de contar?

Yo: Eh…

Un estruendo proveniente de las escaleras nos sacó de nuestra concentración y de la nada Astrid se apareció muy agitada. Stu se acercó a ella preocupado y la chica empezó a sollozar.

Yo: ¿Qué? ¿Qué es lo que pasa Astrid?

Astrid: La… policía… - las palabras apenas sí le salían de la boca. – quiere llevarse a Stu. Descubrieron que George es menor de edad… van a deportarlos, Martha, a toda la banda.

Entendía lo que eso significaba para ella. Iba a extrañar a Stu como loca, pero en ese instante solo pude pensar en John y en cómo se estaría sintiendo luego de que sus sueños se vieran frustrados por un pequeño desliz. Ahora que todo parecía ir tan bien…

Llegamos a la estación, escoltados por dos policías. Ahí me encontré con la mirada iracunda de John, pero eso ya me lo esperaba y no era nada que no pudiera manejar, así que ignorando las palabras del policía, me acerqué y lo tomé por los hombros. Estaba temblando de rabia.

Yo: John… Johnny, dime qué es lo que está pasando.


 We're back, ladies, enjoy the present!!! Oh, hemos vuelto queridas, pueden llorar de alegría, pues NO NOS IREMOSSS!!!!
Bueno bueno, me quedé un poco sin palabras así que... solo les digo que lo disfruten!!
Besos, duerman muchooooo!

By: La increíblemente creativa mentecita de Mónica McCartney.
And: La redacción retorcida e impecable de Lady Mary - oh sí, al carajo la modestia jajaja - 







miércoles, 9 de octubre de 2013

¡¡Feliz Cumpleaños John!! Capítulo 34.

Durante mi estadía en Hamburgo había llegado a pensar que eso del enamoramiento eran puras niñerías – más que todo lo había usado como excusa para decirle sí a unas cuantas chicas que… en fin. -, pero con la llegada de Martha, todo eso había cambiado, había logrado arrancarme las sensaciones que tan bien había guardado las últimas semanas.

Salí de mi ensimismamiento y con una sonrisa que se me antojó idiota, la saludé. Ella me devolvió el saludo y se dirigió a la barra, donde se sentó provocativa y ordenó un trago.

De hecho, todo en ella se había vuelto provocativo, poco quedaba ya de la chiquilla semi – inocente que partió de Liverpool hacía ya casi un mes. Tenía el cabello suelto con un corte que resaltaba sus ondas rubias y llevaba un maquillaje mucho más fuerte de lo que ella solía llamar “fuerte” cuando vivíamos juntos.

Y su ropa… lo único más atrevido que su ropa eran sus movimientos, que desprendían ondas seductoras a cada mínimo gesto que hacía, haciendo babear a todo el que la mirara.

Miré de reojo a Paul… que no dejaba de mirarla a ella con una cara de estúpido que  nunca le había observado hacer.

Curioso…

(NARRA MARTHA):

Me obligué a mí misma a recordar todo lo que había aprendido en este lugar, y conteniendo un  poco mis sentimientos, ordené un vodka. Desde que lo había probado con Aly, era mi bebida favorita.

Sentí una mirada abrasadora sobre mí que imaginé pertenecía a John y a la que no le presté demasiada importancia hasta que me resultó inquietante, por lo que me volteé para corresponderla y decirle que parara de verme así.

No, no era John.

Los ojos de Paul me observaban con fuerza, tratando de ocultar sin éxito un extraño brillo que de inmediato me hizo recordar la forma en la que se había despedido de mí. Mierda.

Desvié mi mirada de la suya y la clavé en Stu, que lanzando sonrisas que harían desmayar a cualquier mujer, le correspondía a su novia, quien disfrutaba tomándoles fotos. Pete lucía aburrido en la batería, así que no desperdicié mi tiempo en él y de inmediato pasé a contemplar a George. Parecía como un niño en navidad, era un chiquillo totalmente emocionado con su papel en su nueva banda. The Beatles. Ajá.

Pasé de nuevo mi mirada por el frente de Paul y comprobé que seguía mirándome de esa forma extraña. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué simplemente no seguía odiándome como lo había hecho siempre?

Astrid se me acercó con una amplia sonrisa.

Astrid: Son buenos, ¿no te parece?

Yo: Admito que han mejorado bastante. – contesté distraída. Mi actitud había cambiado tanto…

No era mi primera vez en un pub de Hamburgo, pero seguía sin acostumbrarme al ruido y más aún al hedor que desprendían todos los que estaban allí, me hacían sumergirme en un sopor del que pensaba despertaría en cualquier instante.

La conversación con Astrid me había apartado de todo lo demás por un instante, hasta que sentí una mirada distinta a la que ya sabía identificar como la de Paul, una con más fiereza y deseo, con sensaciones más fuertes e incontenibles. Me volteé y vi cómo John se acercaba caminando hacia mí cubierto de sudor, pero con una expresión inmutable.

Cuando estuvimos a centímetros, esbozó una sonrisa, su sonrisa, la que había extrañado todas y cada una de las noches que había pasado sin él.

John: Has cambiado. – saludó. Me reí.

Yo: Solo un poco. ¿Te gusta? – pregunté levantándome y girando. Él me miró de arriba abajo con los ojos bien abiertos.

John: Me encanta. Te ves más sexy ahora.

Estallé en carcajadas mientras pensaba en el porqué de mi cambio. No sé, los vientos revolucionarios de Hamburgo habían logrado sacar a la luz todo mi lado oscuro que de cierta forma, era mucho más divertido.

Yo: No puedo decir lo mismo de ti, chico sudoroso. – solté burlona. Él se pasó la mano por entre el cabello húmedo.

John: Ya me has tenido sudoroso cerca de ti antes, cariño. – sonreí con el recuerdo. Claro que sí.

Pasado un tiempo, llegó Klaus, un amigo nuestro y el ex de Astrid, que a pesar de todo seguía cayéndonos bien, y que de inmediato dividió el grupo. Astrid y Stu se fueron a hablar con él, mientras que Paul y George se entretenían con las chicas que se acercaron luego de su presentación. Pete se había largado y John se quedó conmigo.

John: ¿Por qué tardaste tanto en venir? Llevamos aquí varias semanas, ¿sabes?

Me encogí de hombros.

Yo: Supongo que esperaba que ustedes fueran a visitarme a mí. Además… no sé, estaba ocupada con mis pinturas.

Él bufó.

John: Claro, tus pinturas. Imagino que tú y tus amigos artistas disfrutan mucho haciendo todo eso.

Yo: John, cálmate, cada quien es libre de hacer lo que quiera.

John: No, tú cállate, maldición, ¿qué no te das cuenta de que no son ellos realmente? Sólo se ocultan tras sus poemas, sus fotografías y sus estúpidas pinturas.

Sabía que el ambiente lo había alterado, e imaginaba por su cara que no había dormido bien en días, pero de ahí a ofenderme de esa forma, atacando lo que yo amaba, había un gran abismo.

Me levanté irritada y salí de aquel lugar, intentando guardarme mis lágrimas entre la oscuridad.

(NARRA JOHN):

Después de verme reflejado en los ojos tristes y ofendidos de Martha, esperé a mi reacción, pero ésta tardó un poco en manifestarse. Mientras, Paul y George salieron tras ella y Astrid se me acercó junto con Stu, tratando en vano de calmarme.

Luego de algo de forcejeo, logré librarme de Stu y de la chica, y saliendo de allí con ira, caminé sin rumbo por las ya familiares calles de Hamburgo.

(NARRA PAUL):

Me sobresalté cuando escuché los gritos vagos de John y de inmediato busqué a Martha con la mirada, encontrándola al instante mientras abandonaba el lugar. Sin pensarlo demasiado, corrí tras ella luego de que Stu y Astrid se encargaran de John. Era la primera vez que lo veía gritarle a Martha y la forma en la que ella había reaccionado me había afectado más de lo que debería.

De pronto sentí unos pasos al lado mío, y noté cómo George caminaba a mi lado. Lo miré extrañado, pero él se limitó a encogerse de hombros.

George: No creerás que la voy a dejar sola.

Yo: Como quieras. – respondí saliendo de mi sorpresa y caminando presurosos hacia la salida, nos  encontramos con una calle solitaria en la que no se veía ni rastro de Martha. Nos separamos para facilitar la búsqueda, pero aunque quería que la encontráramos, ansiaba que quien la encontrara fuera yo, para estrecharla entre mis brazos y… ah, ahí estaba.

Yo: Martha, espera. – grité acercándome.

Martha: Déjame en paz.

Yo: Ven, no seas testaruda.

Me miró considerándolo unos segundos antes de sentarse en la acera y sumergirnos en un océano de pensamientos individual. Ignoraba lo que ella pensaba, pero yo no podía dejar de recordar sus labios bajo los míos en aquella despedida sin nombre semanas atrás.

(NARRA MARTHA):

Luego de meditar por mi cuenta lo que acababa de pasar, recosté mi cabeza en el hombro de Paul, quien de inmediato me abrazó. No hice nada para separarme de él, de momento, era  todo lo que tenía para no ahogarme.

Yo: Paul…

Paul: ¿Sí?

Yo: ¿Por qué estás haciendo esto?

Me enderecé para verlo a los ojos, necesitaba que me dijera la verdad, y necesitaba estar segura de eso.

Paul: Eres mi amiga, eso hacen los amigos.

Yo: No Paul, nunca fui tu amiga, ¿recuerdas? Me odiabas antes, ¿qué fue lo que cambió? ¿Por qué no dejas de mirarme?

Paul elevó su mirada al cielo y suspiró antes de cerrar los ojos.

Paul: ¿En serio ya te olvidaste de todo?

Claro que no.

Yo: ¿De qué hablas? – pregunté con un tono de confusión.

En ese instante acercó sus labios y rozándome la oreja me susurró al oído.

Paul: Te amo Martha.

Y deslizando su boca por mi mandíbula, me besó en los labios. Otra vez. Y otra vez me dejó en shock, no pude reaccionar hasta pasados unos segundos y mi reacción no fue tan bonita que digamos, pues mi mano se había estampado contra su mejilla.

Noté la presencia de alguien más en el lugar, y ladeé un poco el rostro para saber de quién se trataba. Era John.

Yo: ¿Por qué hiciste eso, McCartney? ¡No puedes aprovecharte así de las situaciones!

Y sí, estaba siendo exagerada, pero por favor, ¿venir a hablarme de eso justo ahora?

Llegué al apartamento que compartía con Astrid y me dirigí al lienzo en blanco que siempre permanecía en la mitad de mi estudio, expectante a la llegada de inspiración, que esta vez no se hizo esperar y que plasmó todo lo que por mi mente pasaba y que no podía sacar en palabras. Toda esa ira… mezclada con confusión y… todo eso.

Mientras esperaba a que se secara para añadir una segunda capa, me perdí en la ventana, dejándome llevar por la tranquilidad de la noche hasta que una voz me sobresaltó.

X: No cambias Lennon, tus pinturas son admirables.

Yo: ¡Stu! Me asustaste, ¿qué haces aquí?

Stu enarcó una ceja y me miró divertido.

Stu: Astrid me invitó, ¿algún problema?

Yo: No, claro que no, pero pensé que estabas con John y pues…

Stu: Sí, es un idiota. – soltó una carcajada a la que me uní alegremente hasta vernos interrumpidos por alguien… que no estaba ahí antes.

John nos miraba irritado desde el marco de la puerta.

Stu: ¿Cómo es que…?

John: Dejaste la puerta abierta. – lo interrumpió John. – Martha, necesitamos hablar.

Stu: Creo que fue suficiente con lo que le hiciste a Paul como para desquitarte ahora con ella, ¿no?

John: No te metas Stuart.

Yo: Suficiente los dos.

Me enojaba esa actitud posesiva de John, podía llegar a ser estresante, así que haciéndolo a un lado, me dirigí hacia mi habitación, encontrándome por el camino con los ojos angustiados de Astrid que intenté calmar con una sonrisa. Doblé la esquina y entré a mi cuarto, dispuesta a cerrar la puerta antes de que el cuerpo de John se interpusiera y terminara entrando conmigo.

Era inútil intentar sacarlo por la fuerza, así que suspirando derrotada, lo miré cansina.

Yo: ¿Qué es lo que quieres, John?

Él me observó de hito en hito y estrechó los ojos.

John: ¿Qué es lo que tienes tú con McCartney?

Bufé fastidiada. Casi había logrado olvidarme de eso ya.

Yo: No sé qué fue lo que viste de todo lo que pasó, pero no interesa, no tengo nada con él. Y aún si lo tuviera, no es nada de tu incumbencia.

John cerró la puerta tras él y me aprisionó contra la pared, sujetándome de las muñecas.

Yo: Suéltame, eres un salvaje. – me quejé.

Él no separó sus ojos ni me soltó en lo más mínimo.

John: Sólo quiero que entiendas que no soporto verte con alguien más, ¿de acuerdo?

Y dicho eso, se apartó de mí, dándome espacio suficiente para moverme. Me quité los zapatos de un tirón y me recosté en la cama, cansada por todo lo sucedido antes.

Yo: Pues tendrás que acostumbrarte, porque si sigues así conmigo sólo conseguirás alejarme de ti.

John también se quitó los zapatos, e imitando mis movimientos, se situó sobre mí, atrapándome en su mirada.

John: Ambos sabemos que eso es imposible.

Lo agarré de la nuca y lo acerqué a mí sin poderme resistir un segundo más. Y es que desde la última vez en Liverpool, no había besado esos labios deseables ni una sola vez.

Él me correspondió ansioso y mientras recorría mi cuello y mi hombro con su boca, yo desabrochaba su camisa y su pantalón, a la par que él hacía lo mismo conmigo.

No fue sino hasta que solté un gemido algo subido de tono que recordé que no vivía sola, pero a la mierda, estaba necesitando eso, necesitaba a John más que nunca. Los otros tendrían que aguantarse.

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Cuando desperté a la mañana siguiente, John ya estaba despierto y miraba el techo con expresión distraída, mientras con sus dedos recorría mi muslo de arriba abajo una y otra vez.

Yo: No sabes lo delicioso que se siente eso. – ronroneé apretándome a él. Él soltó una risita.

John: Creo que puedo imaginármelo bastante bien.

Yo: Humm…

Me subí sobre él y recorrí del torso hasta la entrepierna con las uñas, mientras le mordía el oído traviesa. Él se tensó tratando de resistir, pero no pudo lograrlo y me derribó en la cama otra vez.

John: Eres la tentación hecha carne mujer, eres completamente irresistible. – gimió y pasó sus manos por sobre mi cuerpo con deseo. Las cosas empezaban a ponerse interesantes cuando de improviso se detuvo.

John: ¿Qué hora es?

Lo miré haciendo un puchero.

Yo: ¿Tienes que irte en serio? ¿No puedes quedarte un ratito más?

Él soltó una carcajada ante mi actitud de niña caprichosa y dándome un largo beso en la boca, se levantó divertido.

John: Es un horario pesado, cariño. Pero esto no se queda así, volveré luego, ¿de acuerdo?

Yo: Más te vale. – lo amenacé sonriendo.

Pobrecillo… en serio tenía una agenda bastante apretada…

Voz: Pero vale la pena.

Bufé.

Yo: ¿Otra vez tú?

Voz: Sep, solo quería refrescarte mi recuerdo.

Yo: Muy gracioso John, a ver dime, ¿qué es lo que va a pasar ahora?

Voz: Ya lo verás está muy cerca.

Lo que detestaba de sus visitas era que sólo se aparecía para anunciar malas noticias o para obligarme a hacer cosas… pero eso me dejó muy inquieta. ¿Qué iba a pasar ahora?

John: Martha, hola, ¿estás aquí?

Los chasquidos insistentes de John me devolvieron a la realidad, encontrándolo vestido frente a mí y mirándome como si estuviera loca.

Yo: Lo siento sólo pensaba… ¿a qué hora te arreglaste?

Él se encogió de hombros.

John: Mientras te quedabas como una boba viendo hacia la nada. – se puso los zapatos y antes de irse volteó a verme. – No sabes lo tentadora que te ves ahí. Me dan ganas de quedarme, de verdad.

Yo: Nadie te lo impide, quédate. – supliqué entre risas. Él se acercó y me besó desde el cuello hasta los labios con pasión.

John: Nos vemos luego, hermanita.

Y luego desapareció tras la puerta.

Luego de recordar una y otra vez todo lo ocurrido la noche anterior, decidí que era hora de levantarme y hacer algo útil, así que me arreglé con rapidez y me puse a arreglar mi habitación. Habían unos arañazos que habían estado fastidiando desde la noche anterior, debía haber ratas regadas por ahí…

Demonios, el gato.

De debajo de la cama saqué una caja semi envuelta que contenía el regalo de John. No podía creer que me había olvidado de eso, qué descuidada. Ni siquiera lo había felicitado por su cumpleaños, qué cosa tan irreverente, ahora tendría que ir a entregarle su regalo en persona.

Por suerte había comprado algo de comida para gato el día anterior, así que regándosela en un plato, se la serví al gato que había estado encerrado toda la noche por mi descuido –uh, supongo que lo había pervertido también. – y que de inmediato saltó para devorarla.

Me puse un vestido verde para salir y adorné al gatito con un listón del mismo color, que era el favorito de John. Se veía adorable. Así que volviendo a meterlo en su cajita, abrí la puerta, y me encontré de frente con la expresión burlona de Stu.

Stu: ¿A dónde vas tan elegante?

Yo: Olvidé darle el regalo de cumpleaños a John.

Stu: ¿No le bastó con el de anoche? Por cómo sonó, fue un regalo tremendo. – soltó con una sonrisa pícara.

Yo: Tú no digas nada, que ya antes he tenido que soportar los regalos adelantados de ustedes diariamente. Yo soy la víctima aquí. – dije dramática. Él estaba desternillándose de risa. – En fin, ¿podrías entregárselo tú? Yo voy en un momento.

Stu: De acuerdo, pero sólo se lo dejaré ahí.

Yo: Bien.

Mientras Stu entregaba el regalo, yo aproveche para desayunar y ayudarle un poco a Astrid con el desorden, quien me comentó que más tarde irían al cine con Stu. Así que llegaría tarde al escenario…

(NARRA STU):

No fue sino hasta que escuché un maullido lastimero que sentí verdadera curiosidad por lo que había dentro de la caja. Cerciorándome mentalmente de que no podía existir ninguna cosa pervertida que pudiera producir ese sonido, abrí la caja y me encontré con un lindo gatito de pelaje gris esponjoso con un listón verde y una tarjeta con su nombre. “Harry”. Qué nombre tan extraño para un gato… ¿de dónde lo habría sacado?

Al poco rato llegué a la pequeña pocilga donde nos quedábamos, y encontré a John durmiendo mientras los chicos jugaban cartas animadamente.

Yo: Qué milagro que John no esté jugando. – comenté.

George: Al parecer pasó una muy buena noche, llegó quejándose de que le dolía todo y que le apetecía una siesta.

Solté una risita ahogada y me uní al juego, no sin antes dejar la caja a los pies del bello durmiente no tan bello.

Estábamos a mitad de juego cuando de repente se escuchó la voz de John medio dormida.

John: Martha, déjame dormir… Martha, es muy temprano para eso, ya después en la noche, ahora quiero dormir.

Nos volteamos curiosos y nos dimos cuenta que en realidad el gato se había salido de su caja y ahora le lamía los pies juguetón. Paul se estaba ahogando de la risa contenida, y Pete le tapó la boca antes de que estallara en carcajadas, y esperamos a ver qué pasaba.

Inconscientemente, John le pegó una patada al gato y lo sacó de la cama, provocando un maullido de tamaño monumental y un arañazo en la pierna que hizo que John se despertara.

John: Qué carajo… auch.

Estallamos en carcajadas al ver la cara de desconcierto de John.

George: Ow, pateaste a la pobre Martha, pobrecilla, ella solo quería demostrarte todo su amor.

Y ahogándonos de risa, George recogió al gato y se lo entregó a John, quien lo miró confundido.

X: Vaya Johnny, no pensé que necesitaras tanto una noche conmigo.

Volteamos a mirar a Martha, que al parecer estaba recostada en el marco de la puerta desde hacía un buen rato y que también estaba muriéndose de risa.

John solo atinó a señalar el gato.

John: ¿Qué… qué es eso?

Martha: Es un gato John, bueno más bien tu gato. ¡Feliz Cumpleaños!

SIIII ¡FELIZ CUMPLEAÑOS JOHNNY!!!!!!! 

Hermoso dios de la música, otro año que pasa!! Sin ti, pero contigo, con tus canciones y con tu recuerdo del que nos valimos para pervertir un poco a nuestra inocente Martha.


 Ok chicuelas, les dejo aquí esta preciosura de capítulo, espero lo hayan disfrutado. 
Y John... grr. Lo amo tanto :3
Nos veremosss! 
bye bye.


martes, 8 de octubre de 2013

Capítulo 33.

(NARRA JOHN)

Tal vez porque estaba extrañando demasiado a Martha, esas semanas de espera para Hamburgo me parecieron interminables. Sin embargo, ahí estábamos por fin, en la extraña ciudad que a partir de ahora sería nuestra casa. Por fin estábamos en Hamburgo.

Alan Williams se frotó las manos con nerviosismo, mientras que su esposa Beryl nos miraba con curiosidad. Su hermano Barry se limitaba a mirar por la ventanilla del auto en el que nos transportábamos sin mucho entusiasmo.

Pete Best se acomodó algo incómodo tratando de parecer natural, pero todos sabíamos que le estaba costando. Después de todo, había sido un extra colateral, un bonus que Allan nos había exigido como condición para llevarnos a Hamburgo.

El auto en el que íbamos tremendamente incómodos se detuvo.

Allan: Bueno… ya llegamos.

Paul y yo cruzamos miradas incrédulos. Si bien no esperábamos un club cinco estrellas, francamente esperábamos algo más… decente. El neón que inundaba las calles se mezclaba con el nauseabundo olor de vómito que invadió el lugar apenas él abrió la puerta.

Allan: ¿Y bien? ¿No piensan bajarse? – preguntó desde fuera del auto. Stu soltó un suspiro y se bajó de un salto, seguido de todos nosotros.

Yo: Basta de juegos Williams, ¿qué mierda es esto?

Allan nos miró confuso.

Alln: Ehm… es donde tocarán a partir de ahora. Fue difícil conseguir un contrato así que no se pongan caprichosos. Iré a hablar con el dueño del local, por ahora bajen los instrumentos.

Hicimos lo que dijo entre refunfuños con el frío helándonos hasta los huesos y el peso de los instrumentos sacando lo peor de nuestro humor.

Pete: ¿A alguien se le ocurre dónde estamos? – preguntó con el ceño fruncido.

Stu: Debe ser St. Pauli. – susurró dejando una estela de vaho blanco frente a él. Todos lo miramos con curiosidad y él nos devolvió la mirada con ironía. - ¿La calle de las putas? ¿El barrio rojo? Por favor, es cultura general.

Yo: Espera, espera, me quedé en “calle de la putas”. – solté para aligerar el ambiente. Todos soltaron una carcajada y la tensión existente se rompió… por unos minutos.

Allan: Chicos, tienen que empezar ya. Luego les darán sus habitaciones, este será su horario regular… - dijo agitado mientras corría hacia nosotros.

Lo miramos estupefactos.

Paul: Tienes que estar jugando.

Pete: ¡Acabamos de llegar!

Allan: No se quejen ¿quieren estar aquí o no?

Si eso hubiera sido lo peor, no habría habido mucho problema, pero luego de presentarnos nos presentaron nuestro hospedaje. Qué pocilga.

Yo: Me pido abajo.

Paul: Claro Johnny, imagino que siempre es así. – soltó con una carcajada dándole doble sentido. Le di un codazo entre risas y nos acomodamos.

Bueno, esta era nuestra nueva vida.

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Yo: Ey Stu, ¿dónde está Astrid?

Él me miró entrecerrando los ojos.

Stu: ¿Y por qué tanto interés?

Solté una carcajada.

Yo: ¿Muy celoso? Solo se me hizo raro que no estuviera acosándonos con su camarita hoy.

Él esbozó una media sonrisa y miró hacia otro lado.

Stu: Dijo que llegaría después… con una amiga.

Yo: Una amiga, ¿eh? – solté una risa pícara y él se rio quedamente. Seguimos tocando sin problemas hasta que vi entrar a Astrid por la puertecilla sucia del pub, llevando de la mano a una chica…

George: ¡Hey John! ¡Reacciona, no hemos terminado!

Me había quedado estático observándola, tan bella y hermosa como siempre y sonriéndome como nunca antes.

Se había convertido en la artista que siempre había esperado ser.


Don't worry, es un pre- cumpleaños de John. El resto lo publico mañana.
Ya sé que en muchos países ya es 9, pero JÓDANSE, AQUÍ SIGUE SIENDO 8 Y LO VOY A SUBIR COMO UN CAPÍTULO PRE-CUMPLEAÑOS, OK?
Perdón por el lenguaje, la emoción no deja fluir bien mis neuronas.
Cuídense.
Y lean el siguiente.
Y comenten al menos un "oyeeeee! ese Lennon es un putooo! Pero lo amamos :3"

Love ya girls.
Ya, fin.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Capítulo 32.

El roce de sus manos sobre mi torso me estremecía y me excitaba al mismo tiempo, sus manos bajaban ágiles hasta lugares en los que nunca había sentido tanto placer y sus labios recorrían mi pecho desnudo sin misericordia; mis uñas se enterraban en su espalda ante las caricias que se volvían cada vez más atrevidas y le dejaba marcas que serían difíciles de borrar, mientras que con mis labios recorría su cuello y mordía su oreja, haciéndolo gemir a la par que yo cuando mis manos inquietas recorrían a cabalidad su espalda.

Sentí su sonrisa mientras ocultaba su rostro en mi pelo y me tomaba de la cintura inquieto, yo también sonreí complacida al sentirlo completamente mío. Mío, de nadie más. Abrí mis piernas extasiada y las entrelacé en su torso, mientras él recorría mis curvas con la punta de sus dedos, haciéndome estremecer más de lo que ya me había estremecido antes, ahora prácticamente temblaba. No era el frío, ambos teníamos bastante calor, era su roce, sus labios sobre mi piel pálida, su increíble fuerza controlada por mí y su aroma… me embriagaba en él.

De pronto se acercó totalmente cortando con cada espacio que existía entre los dos, y a los pocos segundos nuestros cuerpos se movían a la vez, porque éramos uno y nada podía cambiar eso ahora. El placer que recorría mi cuerpo sistemáticamente era inmenso y no pude evitar gritar cuando llegó a su punto máximo, cuando ambos llegamos, porque tuve que hacerlo, porque solo él me ponía así y era imposible darle lo mejor de mí cuando él me daba tanto y más.

Mis dedos se enterraron entre su pelo húmedo y bajaron sin compasión hasta bien entrada su espalda, dejando una marca de uñas bastante evidente y de la cual yo tampoco me había librado. Ya era todo. Todo y nada, porque todo había quedado reducido a eso. Nada. Nada de la cual teníamos que empezar de nuevo, de la cual surgiría algo más, algo renovado y fuerte, indestructible.

Pensé por unos instantes de razón. Qué estúpida podía ponerme cuando la pasaba tan bien.

Estaba recostada sobre su pecho, respirando acompasadamente mientras deslizaba mis dedos por su piel haciendo formas infinitas y cambiantes que expresaban el éter de su mente. John me acariciaba el cabello y cantaba en mi oído una melodía que no había escuchado nunca y que me parecía perfecta.

John: “So I hope there'll come a day when you'll say, mmmh, you're my little girl…”

Yo: I’m you’re little girl, Johnny. – suspiré entre sus brazos – I’ve always been yours…

Él me besó la frente y me apretó más contra sí, mientras mirábamos los tonos rojizos y cálidos tomarse la pradera, ignorantes de todo lo ocurrido allí la noche anterior.

Yo: Nunca había escuchado esa canción antes. – murmuré besándole el pecho.

John: Es porque antes no existía, acabo de inventarla para ti. – suspiró. – Bueno, de hecho ya llevaba algo antes, pero acabo de terminarla. ¿Te gusta?

Yo: Me encanta. – dije estremeciéndome contra él. La había hecho para mí. La había creado sólo para mí y eso me hacía sentir tantas cosas… - Se parece a las que te cantaba tu madre.

Él asintió.

John: Las dos mujeres a las que he amado más que a mí mismo.

Yo: Te pones tan sentimental a veces Johnny…

John: No te acostumbres.

Nos reímos y casi dolorosamente nos separamos, pero el frío de las madrugadas empezaba a hacer efecto y que estuviéramos ahí desnudos a la intemperie no ayudaba nada, así que nos vestimos con rapidez – de hecho estuvimos a punto de volver a caer, pues vestirnos mutuamente era algo supremamente erótico. – y salimos de aquel lugar que si antes era mágico, ahora era inmortal, pues ahora era dueño de nuestras memorias y de nuestra alma.

Pasó su brazo por mi cintura y yo lo abracé, dándonos calor mutuamente para enfrentar ese frío mortal; caminamos rítmicamente por las calles de Liverpool, hacia la casa que tanto había vivido y que había sido testigo de tanto.

Recordé nuestro primer beso, aquel día entre plumas e inocencia rota, sus palabras y las mías haciéndole eco. “Esto no puede pasar”.

Pues ya había pasado, maldición.- pensé estremeciéndome. Ya era algo que no se podía cambiar y de lo que dependería nuestro futuro a partir de ahora.

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EL tiempo pasaba y Hamburgo era una realidad casi palpable, lo que provocaba una oleada de emociones entre todos los que hacían parte de ella.

Por mi parte y ante la insistencia de John, había conseguido un programa de intercambio que también me llevaría allí y que de hecho, me haría partir unas semanas antes que ellos, por lo que me empeñé en aprender algo de alemán y en presumírselos apenas pasaban por mi lado, quienes no es molestaban en esconder su evidente fastidio cuando hacía eso.

Y de la nada, llegó el día en el que me iría definitivamente a la antigua Alemania, donde unos años antes había vivido Adolf Hitler y provocado una catástrofe mundial. Lo siento, era inevitable asociarlos.

Subí con mis maletas a la sala, en donde me esperaba John con la mirada perdida entre la ventana y sus pensamientos. Apenas llegué, se apresuró a tomarme de la cintura y acorralarme contra la pared del pasillo, besándome con fiereza y recorriendo mi cuerpo con sus manos, provocándome varios suspiros mientras le devolvía el beso con igual pasión, llegando incluso a desabrocharle varios botones.

Los pasos ágiles de Mimi por la escalera nos hicieron separarnos, pero no nos dolió demasiado, la noche anterior John se había escapado hasta mi nuevo cuarto y se había despedido apropiadamente. Aún así, mordió mi labio inferior con fuerza antes de separarse definitivamente de mí.

Mimi: Oh Martha, no sabes la falta que vas a hacerme… - empezó sin ni siquiera haber acabado de bajar las escaleras y encontrarse conmigo sonrojada y con John despeinado y acalorado. – Pero mírate, ¿qué le pasó a tu labio?

Yo: Uhm, los nervios… tú sabes que me gusta morderme los labios, esta vez creo que se me fue un poco la mano. – inventé. John dejó escapar una risita.

Mimi: Ay querida, ten más cuidado. – sonó una bocina de auto afuera de la casa. – Vamos, vete ya antes de que te lo impida definitivamente. Promete que me escribirás.

Yo: Cada semana – respondí con una sonrisa y abrazándola con fuerza. John en seguida pasó a despedirse de mí “oficialmente” y me abrazó con más fuerza que Mimi, dejándome sin aire.

John: Te amo. – susurró de forma que solo yo pudiera escucharlo y luego de rozar sus labios en mi oído, me soltó. Mimi lo miró reprobatoriamente.

Mimi: Por Dios Winston, abróchate esos botones que pareces un vagabundo, y no aprietes tan fuerte a tu hermana, mira que la has acalorado. ¡Sé considerado!

John: Claro, claro Mimi. – respondió él sin apartar su mirada de la mía. – Cuídate monstruo, nos veremos en unas semanas.

Yo: Espero que no. – reí siguiéndole el juego. Mimi también rió y él me miró sospechosamente, pero lo calmé con una leve sonrisa.

Mimi: Ya vete. Cuídate mucho.

Yo: Eso haré. – respondí y saliendo luego de mucho tiempo, empaqué las maletas en el auto. Las chicas que me acompañaban en el intercambio, me instaron a subir con rapidez y arrancamos de inmediato.

X: Tenemos que hacer una parada antes, espero no te moleste. – soltó una de ellas con una sonrisa misteriosa que no alcancé a entender, pero asentí sin ponerle mucho drama.

Nos detuvimos en frente de la casa de los McCartney y se me heló la sangre. Ahí al frente, estaba Paul esperándome. Se acercó al auto y le guiñó el ojo a una de ellas.

Paul: Gracias Lizzy.

Lizzy: Siempre que quieras, Paulie. – respondió la rubia extasiada.

Paul me miró de frente.

Paul: Por favor, bájate un momento Martha.

Yo: ¿De qué se trata todo esto?

Paul: Serán unos minutos. Te lo ruego.

Me bajé de mala gana y ni bien me hube estabilizado en tierra firme, me tomó del brazo y me apartó del vehículo, lejos de la mirada de las chicas curiosas, detrás de unos arbustos.

Yo: Paul, no sé si sea buena idea esto…

Paul: Escúchame Martha…

Yo: No Paul, no necesito reproches ahora. Debo irme. – dije tratando de escabullirme, pero él me tomó con fuerza de los hombros y me miró fijamente unos segundos. Sus ojos expresaban tristeza y una angustia indescriptible que no supe asociar a nada, y luego me abrazó. Lo abracé de vuelta.

Yo: Adiós Paul.

Paul: Te amo. – murmuró de forma casi imperceptible en un quejido. Parecía como si le doliera confesarlo. Me separé de él confundida y lo miré a los ojos.

Él se inclinó y me besó. Fue un beso dulce, lleno de angustia, pero aún así cálido. Tardé unos segundos en apartarlo de mí, estaba demasiado sorprendida.

Yo: John… - musité. Él negó con la cabeza.

Paul: Jamás se enterará.

Y luego soltándome, me dejó en medio del remolino de mis pensamientos mientras lo veía alejarse con pasos apresurados de quien huye de la muerte.

Los pitidos insistentes del auto me devolvieron a la realidad y fui de inmediato hacia allá, encontrándome con las miradas inquisitivas de las otras chicas. Pero ignoré todas sus preguntas y me concentré en el paisaje que corría por la ventana.


No pensaba. Mi mente era una laguna en la cual había olvidado cómo nadar.

Bien, bien, aquí está lo que faltaba. Espero les guste.
Que raro subir tan temprano e.e Cuídense. 
Bye ;)