El roce de sus manos sobre mi torso me
estremecía y me excitaba al mismo tiempo, sus manos bajaban ágiles hasta
lugares en los que nunca había sentido tanto placer y sus labios recorrían mi
pecho desnudo sin misericordia; mis uñas se enterraban en su espalda ante las
caricias que se volvían cada vez más atrevidas y le dejaba marcas que serían
difíciles de borrar, mientras que con mis labios recorría su cuello y mordía su
oreja, haciéndolo gemir a la par que yo cuando mis manos inquietas recorrían a
cabalidad su espalda.
Sentí su sonrisa mientras ocultaba su
rostro en mi pelo y me tomaba de la cintura inquieto, yo también sonreí
complacida al sentirlo completamente mío. Mío, de nadie más. Abrí mis piernas
extasiada y las entrelacé en su torso, mientras él recorría mis curvas con la
punta de sus dedos, haciéndome estremecer más de lo que ya me había estremecido
antes, ahora prácticamente temblaba. No era el frío, ambos teníamos bastante
calor, era su roce, sus labios sobre mi piel pálida, su increíble fuerza
controlada por mí y su aroma… me embriagaba en él.
De pronto se acercó totalmente
cortando con cada espacio que existía entre los dos, y a los pocos segundos
nuestros cuerpos se movían a la vez, porque éramos uno y nada podía cambiar eso
ahora. El placer que recorría mi cuerpo sistemáticamente era inmenso y no pude
evitar gritar cuando llegó a su punto máximo, cuando ambos llegamos, porque
tuve que hacerlo, porque solo él me ponía así y era imposible darle lo mejor de
mí cuando él me daba tanto y más.
Mis dedos se enterraron entre su pelo
húmedo y bajaron sin compasión hasta bien entrada su espalda, dejando una marca
de uñas bastante evidente y de la cual yo tampoco me había librado. Ya era
todo. Todo y nada, porque todo había quedado reducido a eso. Nada. Nada de la
cual teníamos que empezar de nuevo, de la cual surgiría algo más, algo renovado
y fuerte, indestructible.
Pensé por unos instantes de razón.
Qué estúpida podía ponerme cuando la pasaba tan bien.
Estaba recostada sobre su pecho,
respirando acompasadamente mientras deslizaba mis dedos por su piel haciendo
formas infinitas y cambiantes que expresaban el éter de su mente. John me
acariciaba el cabello y cantaba en mi oído una melodía que no había escuchado nunca
y que me parecía perfecta.
John: “So I hope there'll come a day when you'll say, mmmh, you're my little girl…”
Yo:
I’m you’re little girl, Johnny. – suspiré entre sus brazos – I’ve always been
yours…
Él me besó la frente y me apretó más
contra sí, mientras mirábamos los tonos rojizos y cálidos tomarse la pradera,
ignorantes de todo lo ocurrido allí la noche anterior.
Yo: Nunca había escuchado esa canción
antes. – murmuré besándole el pecho.
John: Es porque antes no existía,
acabo de inventarla para ti. – suspiró. – Bueno, de hecho ya llevaba algo
antes, pero acabo de terminarla. ¿Te gusta?
Yo: Me encanta. – dije
estremeciéndome contra él. La había hecho para mí. La había creado sólo para mí
y eso me hacía sentir tantas cosas… - Se parece a las que te cantaba tu madre.
Él asintió.
John: Las dos mujeres a las que he
amado más que a mí mismo.
Yo: Te pones tan sentimental a veces
Johnny…
John: No te acostumbres.
Nos reímos y casi dolorosamente nos
separamos, pero el frío de las madrugadas empezaba a hacer efecto y que
estuviéramos ahí desnudos a la intemperie no ayudaba nada, así que nos vestimos
con rapidez – de hecho estuvimos a punto de volver a caer, pues vestirnos
mutuamente era algo supremamente erótico. – y salimos de aquel lugar que si
antes era mágico, ahora era inmortal, pues ahora era dueño de nuestras memorias
y de nuestra alma.
Pasó su brazo por mi cintura y yo lo
abracé, dándonos calor mutuamente para enfrentar ese frío mortal; caminamos
rítmicamente por las calles de Liverpool, hacia la casa que tanto había vivido
y que había sido testigo de tanto.
Recordé nuestro primer beso, aquel
día entre plumas e inocencia rota, sus palabras y las mías haciéndole eco.
“Esto no puede pasar”.
Pues ya había pasado, maldición.-
pensé estremeciéndome. Ya era algo que no se podía cambiar y de lo que
dependería nuestro futuro a partir de ahora.
***************************************************
EL tiempo pasaba y Hamburgo era una
realidad casi palpable, lo que provocaba una oleada de emociones entre todos los
que hacían parte de ella.
Por mi parte y ante la insistencia de
John, había conseguido un programa de intercambio que también me llevaría allí
y que de hecho, me haría partir unas semanas antes que ellos, por lo que me
empeñé en aprender algo de alemán y en presumírselos apenas pasaban por mi
lado, quienes no es molestaban en esconder su evidente fastidio cuando hacía
eso.
Y de la nada, llegó el día en el que
me iría definitivamente a la antigua Alemania, donde unos años antes había
vivido Adolf Hitler y provocado una catástrofe mundial. Lo siento, era
inevitable asociarlos.
Subí con mis maletas a la sala, en
donde me esperaba John con la mirada perdida entre la ventana y sus
pensamientos. Apenas llegué, se apresuró a tomarme de la cintura y acorralarme
contra la pared del pasillo, besándome con fiereza y recorriendo mi cuerpo con
sus manos, provocándome varios suspiros mientras le devolvía el beso con igual
pasión, llegando incluso a desabrocharle varios botones.
Los pasos ágiles de Mimi por la escalera
nos hicieron separarnos, pero no nos dolió demasiado, la noche anterior John se
había escapado hasta mi nuevo cuarto y se había despedido apropiadamente. Aún
así, mordió mi labio inferior con fuerza antes de separarse definitivamente de
mí.
Mimi: Oh Martha, no sabes la falta
que vas a hacerme… - empezó sin ni siquiera haber acabado de bajar las
escaleras y encontrarse conmigo sonrojada y con John despeinado y acalorado. –
Pero mírate, ¿qué le pasó a tu labio?
Yo: Uhm, los nervios… tú sabes que me
gusta morderme los labios, esta vez creo que se me fue un poco la mano. –
inventé. John dejó escapar una risita.
Mimi: Ay querida, ten más cuidado. –
sonó una bocina de auto afuera de la casa. – Vamos, vete ya antes de que te lo
impida definitivamente. Promete que me escribirás.
Yo: Cada semana – respondí con una
sonrisa y abrazándola con fuerza. John en seguida pasó a despedirse de mí
“oficialmente” y me abrazó con más fuerza que Mimi, dejándome sin aire.
John: Te amo. – susurró de forma que
solo yo pudiera escucharlo y luego de rozar sus labios en mi oído, me soltó.
Mimi lo miró reprobatoriamente.
Mimi: Por Dios Winston, abróchate
esos botones que pareces un vagabundo, y no aprietes tan fuerte a tu hermana,
mira que la has acalorado. ¡Sé considerado!
John: Claro, claro Mimi. – respondió
él sin apartar su mirada de la mía. – Cuídate monstruo, nos veremos en unas
semanas.
Yo: Espero que no. – reí siguiéndole
el juego. Mimi también rió y él me miró sospechosamente, pero lo calmé con una
leve sonrisa.
Mimi: Ya vete. Cuídate mucho.
Yo: Eso haré. – respondí y saliendo
luego de mucho tiempo, empaqué las maletas en el auto. Las chicas que me
acompañaban en el intercambio, me instaron a subir con rapidez y arrancamos de
inmediato.
X: Tenemos que hacer una parada
antes, espero no te moleste. – soltó una de ellas con una sonrisa misteriosa
que no alcancé a entender, pero asentí sin ponerle mucho drama.
Nos detuvimos en frente de la casa de
los McCartney y se me heló la sangre. Ahí al frente, estaba Paul esperándome.
Se acercó al auto y le guiñó el ojo a una de ellas.
Paul: Gracias Lizzy.
Lizzy: Siempre que quieras, Paulie. –
respondió la rubia extasiada.
Paul me miró de frente.
Paul: Por favor, bájate un momento
Martha.
Yo: ¿De qué se trata todo esto?
Paul: Serán unos minutos. Te lo ruego.
Me bajé de mala gana y ni bien me
hube estabilizado en tierra firme, me tomó del brazo y me apartó del vehículo,
lejos de la mirada de las chicas curiosas, detrás de unos arbustos.
Yo: Paul, no sé si sea buena idea
esto…
Paul: Escúchame Martha…
Yo: No Paul, no necesito reproches
ahora. Debo irme. – dije tratando de escabullirme, pero él me tomó con fuerza
de los hombros y me miró fijamente unos segundos. Sus ojos expresaban tristeza
y una angustia indescriptible que no supe asociar a nada, y luego me abrazó. Lo
abracé de vuelta.
Yo: Adiós Paul.
Paul: Te amo. – murmuró de forma casi
imperceptible en un quejido. Parecía como si le doliera confesarlo. Me separé
de él confundida y lo miré a los ojos.
Él se inclinó y me besó. Fue un beso
dulce, lleno de angustia, pero aún así cálido. Tardé unos segundos en apartarlo
de mí, estaba demasiado sorprendida.
Yo: John… - musité. Él negó con la
cabeza.
Paul: Jamás se enterará.
Y luego soltándome, me dejó en medio
del remolino de mis pensamientos mientras lo veía alejarse con pasos
apresurados de quien huye de la muerte.
Los pitidos insistentes del auto me
devolvieron a la realidad y fui de inmediato hacia allá, encontrándome con las
miradas inquisitivas de las otras chicas. Pero ignoré todas sus preguntas y me
concentré en el paisaje que corría por la ventana.
No pensaba. Mi mente era una laguna
en la cual había olvidado cómo nadar.
Bien, bien, aquí está lo que faltaba. Espero les guste.
Que raro subir tan temprano e.e Cuídense.
Bye ;)