Durante mi estadía en Hamburgo había
llegado a pensar que eso del enamoramiento eran puras niñerías – más que todo
lo había usado como excusa para decirle sí a unas cuantas chicas que… en fin.
-, pero con la llegada de Martha, todo eso había cambiado, había logrado
arrancarme las sensaciones que tan bien había guardado las últimas semanas.
Salí de mi ensimismamiento y con una
sonrisa que se me antojó idiota, la saludé. Ella me devolvió el saludo y se
dirigió a la barra, donde se sentó provocativa y ordenó un trago.
De hecho, todo en ella se había vuelto
provocativo, poco quedaba ya de la chiquilla semi – inocente que partió de
Liverpool hacía ya casi un mes. Tenía el cabello suelto con un corte que
resaltaba sus ondas rubias y llevaba un maquillaje mucho más fuerte de lo que
ella solía llamar “fuerte” cuando vivíamos juntos.
Y su ropa… lo único más atrevido que su
ropa eran sus movimientos, que desprendían ondas seductoras a cada mínimo gesto
que hacía, haciendo babear a todo el que la mirara.
Miré de reojo a Paul… que no dejaba de
mirarla a ella con una cara de estúpido que
nunca le había observado hacer.
Curioso…
(NARRA MARTHA):
Me obligué a mí misma a recordar todo lo
que había aprendido en este lugar, y conteniendo un poco mis sentimientos, ordené un vodka. Desde
que lo había probado con Aly, era mi bebida favorita.
Sentí una mirada abrasadora sobre mí que imaginé
pertenecía a John y a la que no le presté demasiada importancia hasta que me
resultó inquietante, por lo que me volteé para corresponderla y decirle que
parara de verme así.
No, no era John.
Los ojos de Paul me observaban con fuerza, tratando
de ocultar sin éxito un extraño brillo que de inmediato me hizo recordar la
forma en la que se había despedido de mí. Mierda.
Desvié mi mirada de la suya y la clavé en
Stu, que lanzando sonrisas que harían desmayar a cualquier mujer, le
correspondía a su novia, quien disfrutaba tomándoles fotos. Pete lucía aburrido
en la batería, así que no desperdicié mi tiempo en él y de inmediato pasé a
contemplar a George. Parecía como un niño en navidad, era un chiquillo
totalmente emocionado con su papel en su nueva banda. The Beatles. Ajá.
Pasé de nuevo mi mirada por el frente de
Paul y comprobé que seguía mirándome de esa forma extraña. ¿Qué le pasaba? ¿Por
qué simplemente no seguía odiándome como lo había hecho siempre?
Astrid se me acercó con una amplia sonrisa.
Astrid: Son buenos, ¿no te parece?
Yo: Admito que han mejorado bastante. –
contesté distraída. Mi actitud había cambiado tanto…
No era mi primera vez en un pub de
Hamburgo, pero seguía sin acostumbrarme al ruido y más aún al hedor que
desprendían todos los que estaban allí, me hacían sumergirme en un sopor del
que pensaba despertaría en cualquier instante.
La conversación con Astrid me había
apartado de todo lo demás por un instante, hasta que sentí una mirada distinta
a la que ya sabía identificar como la de Paul, una con más fiereza y deseo, con
sensaciones más fuertes e incontenibles. Me volteé y vi cómo John se acercaba
caminando hacia mí cubierto de sudor, pero con una expresión inmutable.
Cuando estuvimos a centímetros, esbozó una
sonrisa, su sonrisa, la que había extrañado todas y cada una de las noches que
había pasado sin él.
John: Has cambiado. – saludó. Me reí.
Yo: Solo un poco. ¿Te gusta? – pregunté levantándome
y girando. Él me miró de arriba abajo con los ojos bien abiertos.
John: Me encanta. Te ves más sexy ahora.
Estallé en carcajadas mientras pensaba en
el porqué de mi cambio. No sé, los vientos revolucionarios de Hamburgo habían
logrado sacar a la luz todo mi lado oscuro que de cierta forma, era mucho más
divertido.
Yo: No puedo decir lo mismo de ti, chico
sudoroso. – solté burlona. Él se pasó la mano por entre el cabello húmedo.
John: Ya me has tenido sudoroso cerca de ti
antes, cariño. – sonreí con el recuerdo. Claro que sí.
Pasado un tiempo, llegó Klaus, un amigo
nuestro y el ex de Astrid, que a pesar de todo seguía cayéndonos bien, y que de
inmediato dividió el grupo. Astrid y Stu se fueron a hablar con él, mientras
que Paul y George se entretenían con las chicas que se acercaron luego de su
presentación. Pete se había largado y John se quedó conmigo.
John: ¿Por qué tardaste tanto en venir?
Llevamos aquí varias semanas, ¿sabes?
Me encogí de hombros.
Yo: Supongo que esperaba que ustedes fueran
a visitarme a mí. Además… no sé, estaba ocupada con mis pinturas.
Él bufó.
John: Claro, tus pinturas. Imagino que tú y
tus amigos artistas disfrutan mucho haciendo todo eso.
Yo: John, cálmate, cada quien es libre de
hacer lo que quiera.
John: No, tú cállate, maldición, ¿qué no te
das cuenta de que no son ellos realmente? Sólo se ocultan tras sus poemas, sus
fotografías y sus estúpidas pinturas.
Sabía que el ambiente lo había alterado, e
imaginaba por su cara que no había dormido bien en días, pero de ahí a
ofenderme de esa forma, atacando lo que yo amaba, había un gran abismo.
Me levanté irritada y salí de aquel lugar,
intentando guardarme mis lágrimas entre la oscuridad.
(NARRA JOHN):
Después de verme reflejado en los ojos
tristes y ofendidos de Martha, esperé a mi reacción, pero ésta tardó un poco en
manifestarse. Mientras, Paul y George salieron tras ella y Astrid se me acercó
junto con Stu, tratando en vano de calmarme.
Luego de algo de forcejeo, logré librarme
de Stu y de la chica, y saliendo de allí con ira, caminé sin rumbo por las ya
familiares calles de Hamburgo.
(NARRA PAUL):
Me sobresalté cuando escuché los gritos
vagos de John y de inmediato busqué a Martha con la mirada, encontrándola al
instante mientras abandonaba el lugar. Sin pensarlo demasiado, corrí tras ella
luego de que Stu y Astrid se encargaran de John. Era la primera vez que lo veía
gritarle a Martha y la forma en la que ella había reaccionado me había afectado
más de lo que debería.
De pronto sentí unos pasos al lado mío, y
noté cómo George caminaba a mi lado. Lo miré extrañado, pero él se limitó a
encogerse de hombros.
George: No creerás que la voy a dejar sola.
Yo: Como quieras. – respondí saliendo de mi
sorpresa y caminando presurosos hacia la salida, nos encontramos con una calle
solitaria en la que no se veía ni rastro de Martha. Nos separamos para
facilitar la búsqueda, pero aunque quería que la encontráramos, ansiaba que
quien la encontrara fuera yo, para estrecharla entre mis brazos y… ah, ahí
estaba.
Yo: Martha, espera. – grité acercándome.
Martha: Déjame en paz.
Yo: Ven, no seas testaruda.
Me miró considerándolo unos segundos antes
de sentarse en la acera y sumergirnos en un océano de pensamientos individual.
Ignoraba lo que ella pensaba, pero yo no podía dejar de recordar sus labios
bajo los míos en aquella despedida sin nombre semanas atrás.
(NARRA MARTHA):
Luego de meditar por mi cuenta lo que
acababa de pasar, recosté mi cabeza en el hombro de Paul, quien de inmediato me
abrazó. No hice nada para separarme de él, de momento, era todo lo que tenía para no ahogarme.
Yo: Paul…
Paul: ¿Sí?
Yo: ¿Por qué estás haciendo esto?
Me enderecé para verlo a los ojos,
necesitaba que me dijera la verdad, y necesitaba estar segura de eso.
Paul: Eres mi amiga, eso hacen los amigos.
Yo: No Paul, nunca fui tu amiga,
¿recuerdas? Me odiabas antes, ¿qué fue lo que cambió? ¿Por qué no dejas de
mirarme?
Paul elevó su mirada al cielo y suspiró
antes de cerrar los ojos.
Paul: ¿En serio ya te olvidaste de todo?
Claro que no.
Yo: ¿De qué hablas? – pregunté con un tono
de confusión.
En ese instante acercó sus labios y
rozándome la oreja me susurró al oído.
Paul: Te amo Martha.
Y deslizando su boca por mi mandíbula, me
besó en los labios. Otra vez. Y otra vez me dejó en shock, no pude reaccionar
hasta pasados unos segundos y mi reacción no fue tan bonita que digamos, pues
mi mano se había estampado contra su mejilla.
Noté la presencia de alguien más en el
lugar, y ladeé un poco el rostro para saber de quién se trataba. Era John.
Yo: ¿Por qué hiciste eso, McCartney? ¡No puedes aprovecharte así de las situaciones!
Y sí, estaba siendo exagerada, pero por
favor, ¿venir a hablarme de eso justo ahora?
Llegué al apartamento que compartía con
Astrid y me dirigí al lienzo en blanco que siempre permanecía en la mitad de mi
estudio, expectante a la llegada de inspiración, que esta vez no se hizo
esperar y que plasmó todo lo que por mi mente pasaba y que no podía sacar en
palabras. Toda esa ira… mezclada con confusión y… todo eso.
Mientras esperaba a que se secara para
añadir una segunda capa, me perdí en la ventana, dejándome llevar por la
tranquilidad de la noche hasta que una voz me sobresaltó.
X: No cambias Lennon, tus pinturas son
admirables.
Yo: ¡Stu! Me asustaste, ¿qué haces aquí?
Stu enarcó una ceja y me miró divertido.
Stu: Astrid me invitó, ¿algún problema?
Yo: No, claro que no, pero pensé que
estabas con John y pues…
Stu: Sí, es un idiota. – soltó una
carcajada a la que me uní alegremente hasta vernos interrumpidos por alguien…
que no estaba ahí antes.
John nos miraba irritado desde el marco de
la puerta.
Stu: ¿Cómo es que…?
John: Dejaste la puerta abierta. – lo interrumpió
John. – Martha, necesitamos hablar.
Stu: Creo que fue suficiente con lo que le
hiciste a Paul como para desquitarte ahora con ella, ¿no?
John: No te metas Stuart.
Yo: Suficiente los dos.
Me enojaba esa actitud posesiva de John,
podía llegar a ser estresante, así que haciéndolo a un lado, me dirigí hacia mi
habitación, encontrándome por el camino con los ojos angustiados de Astrid que
intenté calmar con una sonrisa. Doblé la esquina y entré a mi cuarto, dispuesta
a cerrar la puerta antes de que el cuerpo de John se interpusiera y terminara entrando
conmigo.
Era inútil intentar sacarlo por la fuerza,
así que suspirando derrotada, lo miré cansina.
Yo: ¿Qué es lo que quieres, John?
Él me observó de hito en hito y estrechó
los ojos.
John: ¿Qué es lo que tienes tú con
McCartney?
Bufé fastidiada. Casi había logrado
olvidarme de eso ya.
Yo: No sé qué fue lo que viste de todo lo
que pasó, pero no interesa, no tengo nada con él. Y aún si lo tuviera, no es
nada de tu incumbencia.
John cerró la puerta tras él y me aprisionó
contra la pared, sujetándome de las muñecas.
Yo: Suéltame, eres un salvaje. – me quejé.
Él no separó sus ojos ni me soltó en lo más
mínimo.
John: Sólo quiero que entiendas que no
soporto verte con alguien más, ¿de acuerdo?
Y dicho eso, se apartó de mí, dándome espacio
suficiente para moverme. Me quité los zapatos de un tirón y me recosté en la
cama, cansada por todo lo sucedido antes.
Yo: Pues tendrás que acostumbrarte, porque
si sigues así conmigo sólo conseguirás alejarme de ti.
John también se quitó los zapatos, e
imitando mis movimientos, se situó sobre mí, atrapándome en su mirada.
John: Ambos sabemos que eso es imposible.
Lo agarré de la nuca y lo acerqué a mí sin
poderme resistir un segundo más. Y es que desde la última vez en Liverpool, no
había besado esos labios deseables ni una sola vez.
Él me correspondió ansioso y mientras
recorría mi cuello y mi hombro con su boca, yo desabrochaba su camisa y su
pantalón, a la par que él hacía lo mismo conmigo.
No fue sino
hasta que solté un gemido algo subido de tono que recordé que no vivía sola,
pero a la mierda, estaba necesitando eso, necesitaba a John más que nunca. Los
otros tendrían que aguantarse.
****************************************************************
Cuando desperté a la mañana siguiente, John
ya estaba despierto y miraba el techo con expresión distraída, mientras con sus
dedos recorría mi muslo de arriba abajo una y otra vez.
Yo: No sabes lo delicioso que se siente
eso. – ronroneé apretándome a él. Él soltó una risita.
John: Creo que puedo imaginármelo bastante
bien.
Yo: Humm…
Me subí sobre él y recorrí del torso hasta
la entrepierna con las uñas, mientras le mordía el oído traviesa. Él se tensó
tratando de resistir, pero no pudo lograrlo y me derribó en la cama otra vez.
John: Eres la tentación hecha carne mujer,
eres completamente irresistible. – gimió y pasó sus manos por sobre mi cuerpo
con deseo. Las cosas empezaban a ponerse interesantes cuando de improviso se
detuvo.
John: ¿Qué hora es?
Lo miré haciendo un puchero.
Yo: ¿Tienes que irte en serio? ¿No puedes
quedarte un ratito más?
Él soltó una carcajada ante mi actitud de
niña caprichosa y dándome un largo beso en la boca, se levantó divertido.
John: Es un horario pesado, cariño. Pero
esto no se queda así, volveré luego, ¿de acuerdo?
Yo: Más te vale. – lo amenacé sonriendo.
Pobrecillo… en serio tenía una agenda
bastante apretada…
Voz: Pero vale la pena.
Bufé.
Yo: ¿Otra vez tú?
Voz: Sep, solo quería refrescarte mi
recuerdo.
Yo: Muy gracioso John, a ver dime, ¿qué es
lo que va a pasar ahora?
Voz: Ya lo verás está muy cerca.
Lo que detestaba de sus visitas era que
sólo se aparecía para anunciar malas noticias o para obligarme a hacer cosas…
pero eso me dejó muy inquieta. ¿Qué iba a pasar ahora?
John: Martha, hola, ¿estás aquí?
Los chasquidos insistentes de John me
devolvieron a la realidad, encontrándolo vestido frente a mí y mirándome como
si estuviera loca.
Yo: Lo siento sólo pensaba… ¿a qué hora te
arreglaste?
Él se encogió de hombros.
John: Mientras te quedabas como una boba viendo
hacia la nada. – se puso los zapatos y antes de irse volteó a verme. – No sabes
lo tentadora que te ves ahí. Me dan ganas de quedarme, de verdad.
Yo: Nadie te lo impide, quédate. – supliqué
entre risas. Él se acercó y me besó desde el cuello hasta los labios con
pasión.
John: Nos vemos luego, hermanita.
Y luego desapareció tras la puerta.
Luego de recordar una y otra vez todo lo
ocurrido la noche anterior, decidí que era hora de levantarme y hacer algo
útil, así que me arreglé con rapidez y me puse a arreglar mi habitación. Habían
unos arañazos que habían estado fastidiando desde la noche anterior, debía
haber ratas regadas por ahí…
Demonios, el gato.
De debajo de la cama saqué una caja semi
envuelta que contenía el regalo de John. No podía creer que me había olvidado
de eso, qué descuidada. Ni siquiera lo había felicitado por su cumpleaños, qué
cosa tan irreverente, ahora tendría que ir a entregarle su regalo en persona.
Por suerte había comprado algo de comida
para gato el día anterior, así que regándosela en un plato, se la serví al gato
que había estado encerrado toda la noche por mi descuido –uh, supongo que lo
había pervertido también. – y que de inmediato saltó para devorarla.
Me puse un vestido verde para salir y
adorné al gatito con un listón del mismo color, que era el favorito de John. Se
veía adorable. Así que volviendo a meterlo en su cajita, abrí la puerta, y me
encontré de frente con la expresión burlona de Stu.
Stu: ¿A dónde vas tan elegante?
Yo: Olvidé darle el regalo de cumpleaños a
John.
Stu: ¿No le bastó con el de anoche? Por
cómo sonó, fue un regalo tremendo. – soltó con una sonrisa pícara.
Yo: Tú no digas nada, que ya antes he
tenido que soportar los regalos adelantados de ustedes diariamente. Yo soy la víctima
aquí. – dije dramática. Él estaba desternillándose de risa. – En fin, ¿podrías entregárselo
tú? Yo voy en un momento.
Stu: De acuerdo, pero sólo se lo dejaré
ahí.
Yo: Bien.
Mientras Stu entregaba el regalo, yo
aproveche para desayunar y ayudarle un poco a Astrid con el desorden, quien me comentó que más tarde irían al cine con
Stu. Así que llegaría tarde al escenario…
(NARRA STU):
No fue sino hasta que escuché un maullido
lastimero que sentí verdadera curiosidad por lo que había dentro de la caja.
Cerciorándome mentalmente de que no podía existir ninguna cosa pervertida que
pudiera producir ese sonido, abrí la caja y me encontré con un lindo gatito de
pelaje gris esponjoso con un listón verde y una tarjeta con su nombre. “Harry”.
Qué nombre tan extraño para un gato… ¿de dónde lo habría sacado?
Al poco rato llegué a la pequeña pocilga
donde nos quedábamos, y encontré a John durmiendo mientras los chicos jugaban
cartas animadamente.
Yo: Qué milagro que John no esté jugando. –
comenté.
George: Al parecer pasó una muy buena
noche, llegó quejándose de que le dolía todo y que le apetecía una siesta.
Solté una risita ahogada y me uní al juego,
no sin antes dejar la caja a los pies del bello durmiente no tan bello.
Estábamos a mitad de juego cuando de
repente se escuchó la voz de John medio dormida.
John: Martha, déjame dormir… Martha, es muy
temprano para eso, ya después en la noche, ahora quiero dormir.
Nos volteamos curiosos y nos dimos cuenta
que en realidad el gato se había salido de su caja y ahora le lamía los pies
juguetón. Paul se estaba ahogando de la risa contenida, y Pete le tapó la boca
antes de que estallara en carcajadas, y esperamos a ver qué pasaba.
Inconscientemente, John le pegó una patada
al gato y lo sacó de la cama, provocando un maullido de tamaño monumental y un
arañazo en la pierna que hizo que John se despertara.
John: Qué carajo… auch.
Estallamos en carcajadas al ver la cara de
desconcierto de John.
George: Ow, pateaste a la pobre Martha,
pobrecilla, ella solo quería demostrarte todo su amor.
Y ahogándonos de risa, George recogió al
gato y se lo entregó a John, quien lo miró confundido.
X: Vaya Johnny, no pensé que necesitaras
tanto una noche conmigo.
Volteamos a mirar a Martha, que al parecer estaba
recostada en el marco de la puerta desde hacía un buen rato y que también
estaba muriéndose de risa.
John solo atinó a señalar el gato.
John: ¿Qué… qué es eso?
Martha: Es un gato John, bueno más bien tu
gato. ¡Feliz Cumpleaños!
SIIII ¡FELIZ CUMPLEAÑOS JOHNNY!!!!!!!
Hermoso dios de la música, otro año que pasa!! Sin ti, pero contigo, con tus canciones y con tu recuerdo del que nos valimos para pervertir un poco a nuestra inocente Martha.
Ok chicuelas, les dejo aquí esta preciosura de capítulo, espero lo hayan disfrutado.
Y John... grr. Lo amo tanto :3
Nos veremosss!
bye bye.