miércoles, 9 de octubre de 2013

¡¡Feliz Cumpleaños John!! Capítulo 34.

Durante mi estadía en Hamburgo había llegado a pensar que eso del enamoramiento eran puras niñerías – más que todo lo había usado como excusa para decirle sí a unas cuantas chicas que… en fin. -, pero con la llegada de Martha, todo eso había cambiado, había logrado arrancarme las sensaciones que tan bien había guardado las últimas semanas.

Salí de mi ensimismamiento y con una sonrisa que se me antojó idiota, la saludé. Ella me devolvió el saludo y se dirigió a la barra, donde se sentó provocativa y ordenó un trago.

De hecho, todo en ella se había vuelto provocativo, poco quedaba ya de la chiquilla semi – inocente que partió de Liverpool hacía ya casi un mes. Tenía el cabello suelto con un corte que resaltaba sus ondas rubias y llevaba un maquillaje mucho más fuerte de lo que ella solía llamar “fuerte” cuando vivíamos juntos.

Y su ropa… lo único más atrevido que su ropa eran sus movimientos, que desprendían ondas seductoras a cada mínimo gesto que hacía, haciendo babear a todo el que la mirara.

Miré de reojo a Paul… que no dejaba de mirarla a ella con una cara de estúpido que  nunca le había observado hacer.

Curioso…

(NARRA MARTHA):

Me obligué a mí misma a recordar todo lo que había aprendido en este lugar, y conteniendo un  poco mis sentimientos, ordené un vodka. Desde que lo había probado con Aly, era mi bebida favorita.

Sentí una mirada abrasadora sobre mí que imaginé pertenecía a John y a la que no le presté demasiada importancia hasta que me resultó inquietante, por lo que me volteé para corresponderla y decirle que parara de verme así.

No, no era John.

Los ojos de Paul me observaban con fuerza, tratando de ocultar sin éxito un extraño brillo que de inmediato me hizo recordar la forma en la que se había despedido de mí. Mierda.

Desvié mi mirada de la suya y la clavé en Stu, que lanzando sonrisas que harían desmayar a cualquier mujer, le correspondía a su novia, quien disfrutaba tomándoles fotos. Pete lucía aburrido en la batería, así que no desperdicié mi tiempo en él y de inmediato pasé a contemplar a George. Parecía como un niño en navidad, era un chiquillo totalmente emocionado con su papel en su nueva banda. The Beatles. Ajá.

Pasé de nuevo mi mirada por el frente de Paul y comprobé que seguía mirándome de esa forma extraña. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué simplemente no seguía odiándome como lo había hecho siempre?

Astrid se me acercó con una amplia sonrisa.

Astrid: Son buenos, ¿no te parece?

Yo: Admito que han mejorado bastante. – contesté distraída. Mi actitud había cambiado tanto…

No era mi primera vez en un pub de Hamburgo, pero seguía sin acostumbrarme al ruido y más aún al hedor que desprendían todos los que estaban allí, me hacían sumergirme en un sopor del que pensaba despertaría en cualquier instante.

La conversación con Astrid me había apartado de todo lo demás por un instante, hasta que sentí una mirada distinta a la que ya sabía identificar como la de Paul, una con más fiereza y deseo, con sensaciones más fuertes e incontenibles. Me volteé y vi cómo John se acercaba caminando hacia mí cubierto de sudor, pero con una expresión inmutable.

Cuando estuvimos a centímetros, esbozó una sonrisa, su sonrisa, la que había extrañado todas y cada una de las noches que había pasado sin él.

John: Has cambiado. – saludó. Me reí.

Yo: Solo un poco. ¿Te gusta? – pregunté levantándome y girando. Él me miró de arriba abajo con los ojos bien abiertos.

John: Me encanta. Te ves más sexy ahora.

Estallé en carcajadas mientras pensaba en el porqué de mi cambio. No sé, los vientos revolucionarios de Hamburgo habían logrado sacar a la luz todo mi lado oscuro que de cierta forma, era mucho más divertido.

Yo: No puedo decir lo mismo de ti, chico sudoroso. – solté burlona. Él se pasó la mano por entre el cabello húmedo.

John: Ya me has tenido sudoroso cerca de ti antes, cariño. – sonreí con el recuerdo. Claro que sí.

Pasado un tiempo, llegó Klaus, un amigo nuestro y el ex de Astrid, que a pesar de todo seguía cayéndonos bien, y que de inmediato dividió el grupo. Astrid y Stu se fueron a hablar con él, mientras que Paul y George se entretenían con las chicas que se acercaron luego de su presentación. Pete se había largado y John se quedó conmigo.

John: ¿Por qué tardaste tanto en venir? Llevamos aquí varias semanas, ¿sabes?

Me encogí de hombros.

Yo: Supongo que esperaba que ustedes fueran a visitarme a mí. Además… no sé, estaba ocupada con mis pinturas.

Él bufó.

John: Claro, tus pinturas. Imagino que tú y tus amigos artistas disfrutan mucho haciendo todo eso.

Yo: John, cálmate, cada quien es libre de hacer lo que quiera.

John: No, tú cállate, maldición, ¿qué no te das cuenta de que no son ellos realmente? Sólo se ocultan tras sus poemas, sus fotografías y sus estúpidas pinturas.

Sabía que el ambiente lo había alterado, e imaginaba por su cara que no había dormido bien en días, pero de ahí a ofenderme de esa forma, atacando lo que yo amaba, había un gran abismo.

Me levanté irritada y salí de aquel lugar, intentando guardarme mis lágrimas entre la oscuridad.

(NARRA JOHN):

Después de verme reflejado en los ojos tristes y ofendidos de Martha, esperé a mi reacción, pero ésta tardó un poco en manifestarse. Mientras, Paul y George salieron tras ella y Astrid se me acercó junto con Stu, tratando en vano de calmarme.

Luego de algo de forcejeo, logré librarme de Stu y de la chica, y saliendo de allí con ira, caminé sin rumbo por las ya familiares calles de Hamburgo.

(NARRA PAUL):

Me sobresalté cuando escuché los gritos vagos de John y de inmediato busqué a Martha con la mirada, encontrándola al instante mientras abandonaba el lugar. Sin pensarlo demasiado, corrí tras ella luego de que Stu y Astrid se encargaran de John. Era la primera vez que lo veía gritarle a Martha y la forma en la que ella había reaccionado me había afectado más de lo que debería.

De pronto sentí unos pasos al lado mío, y noté cómo George caminaba a mi lado. Lo miré extrañado, pero él se limitó a encogerse de hombros.

George: No creerás que la voy a dejar sola.

Yo: Como quieras. – respondí saliendo de mi sorpresa y caminando presurosos hacia la salida, nos  encontramos con una calle solitaria en la que no se veía ni rastro de Martha. Nos separamos para facilitar la búsqueda, pero aunque quería que la encontráramos, ansiaba que quien la encontrara fuera yo, para estrecharla entre mis brazos y… ah, ahí estaba.

Yo: Martha, espera. – grité acercándome.

Martha: Déjame en paz.

Yo: Ven, no seas testaruda.

Me miró considerándolo unos segundos antes de sentarse en la acera y sumergirnos en un océano de pensamientos individual. Ignoraba lo que ella pensaba, pero yo no podía dejar de recordar sus labios bajo los míos en aquella despedida sin nombre semanas atrás.

(NARRA MARTHA):

Luego de meditar por mi cuenta lo que acababa de pasar, recosté mi cabeza en el hombro de Paul, quien de inmediato me abrazó. No hice nada para separarme de él, de momento, era  todo lo que tenía para no ahogarme.

Yo: Paul…

Paul: ¿Sí?

Yo: ¿Por qué estás haciendo esto?

Me enderecé para verlo a los ojos, necesitaba que me dijera la verdad, y necesitaba estar segura de eso.

Paul: Eres mi amiga, eso hacen los amigos.

Yo: No Paul, nunca fui tu amiga, ¿recuerdas? Me odiabas antes, ¿qué fue lo que cambió? ¿Por qué no dejas de mirarme?

Paul elevó su mirada al cielo y suspiró antes de cerrar los ojos.

Paul: ¿En serio ya te olvidaste de todo?

Claro que no.

Yo: ¿De qué hablas? – pregunté con un tono de confusión.

En ese instante acercó sus labios y rozándome la oreja me susurró al oído.

Paul: Te amo Martha.

Y deslizando su boca por mi mandíbula, me besó en los labios. Otra vez. Y otra vez me dejó en shock, no pude reaccionar hasta pasados unos segundos y mi reacción no fue tan bonita que digamos, pues mi mano se había estampado contra su mejilla.

Noté la presencia de alguien más en el lugar, y ladeé un poco el rostro para saber de quién se trataba. Era John.

Yo: ¿Por qué hiciste eso, McCartney? ¡No puedes aprovecharte así de las situaciones!

Y sí, estaba siendo exagerada, pero por favor, ¿venir a hablarme de eso justo ahora?

Llegué al apartamento que compartía con Astrid y me dirigí al lienzo en blanco que siempre permanecía en la mitad de mi estudio, expectante a la llegada de inspiración, que esta vez no se hizo esperar y que plasmó todo lo que por mi mente pasaba y que no podía sacar en palabras. Toda esa ira… mezclada con confusión y… todo eso.

Mientras esperaba a que se secara para añadir una segunda capa, me perdí en la ventana, dejándome llevar por la tranquilidad de la noche hasta que una voz me sobresaltó.

X: No cambias Lennon, tus pinturas son admirables.

Yo: ¡Stu! Me asustaste, ¿qué haces aquí?

Stu enarcó una ceja y me miró divertido.

Stu: Astrid me invitó, ¿algún problema?

Yo: No, claro que no, pero pensé que estabas con John y pues…

Stu: Sí, es un idiota. – soltó una carcajada a la que me uní alegremente hasta vernos interrumpidos por alguien… que no estaba ahí antes.

John nos miraba irritado desde el marco de la puerta.

Stu: ¿Cómo es que…?

John: Dejaste la puerta abierta. – lo interrumpió John. – Martha, necesitamos hablar.

Stu: Creo que fue suficiente con lo que le hiciste a Paul como para desquitarte ahora con ella, ¿no?

John: No te metas Stuart.

Yo: Suficiente los dos.

Me enojaba esa actitud posesiva de John, podía llegar a ser estresante, así que haciéndolo a un lado, me dirigí hacia mi habitación, encontrándome por el camino con los ojos angustiados de Astrid que intenté calmar con una sonrisa. Doblé la esquina y entré a mi cuarto, dispuesta a cerrar la puerta antes de que el cuerpo de John se interpusiera y terminara entrando conmigo.

Era inútil intentar sacarlo por la fuerza, así que suspirando derrotada, lo miré cansina.

Yo: ¿Qué es lo que quieres, John?

Él me observó de hito en hito y estrechó los ojos.

John: ¿Qué es lo que tienes tú con McCartney?

Bufé fastidiada. Casi había logrado olvidarme de eso ya.

Yo: No sé qué fue lo que viste de todo lo que pasó, pero no interesa, no tengo nada con él. Y aún si lo tuviera, no es nada de tu incumbencia.

John cerró la puerta tras él y me aprisionó contra la pared, sujetándome de las muñecas.

Yo: Suéltame, eres un salvaje. – me quejé.

Él no separó sus ojos ni me soltó en lo más mínimo.

John: Sólo quiero que entiendas que no soporto verte con alguien más, ¿de acuerdo?

Y dicho eso, se apartó de mí, dándome espacio suficiente para moverme. Me quité los zapatos de un tirón y me recosté en la cama, cansada por todo lo sucedido antes.

Yo: Pues tendrás que acostumbrarte, porque si sigues así conmigo sólo conseguirás alejarme de ti.

John también se quitó los zapatos, e imitando mis movimientos, se situó sobre mí, atrapándome en su mirada.

John: Ambos sabemos que eso es imposible.

Lo agarré de la nuca y lo acerqué a mí sin poderme resistir un segundo más. Y es que desde la última vez en Liverpool, no había besado esos labios deseables ni una sola vez.

Él me correspondió ansioso y mientras recorría mi cuello y mi hombro con su boca, yo desabrochaba su camisa y su pantalón, a la par que él hacía lo mismo conmigo.

No fue sino hasta que solté un gemido algo subido de tono que recordé que no vivía sola, pero a la mierda, estaba necesitando eso, necesitaba a John más que nunca. Los otros tendrían que aguantarse.

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Cuando desperté a la mañana siguiente, John ya estaba despierto y miraba el techo con expresión distraída, mientras con sus dedos recorría mi muslo de arriba abajo una y otra vez.

Yo: No sabes lo delicioso que se siente eso. – ronroneé apretándome a él. Él soltó una risita.

John: Creo que puedo imaginármelo bastante bien.

Yo: Humm…

Me subí sobre él y recorrí del torso hasta la entrepierna con las uñas, mientras le mordía el oído traviesa. Él se tensó tratando de resistir, pero no pudo lograrlo y me derribó en la cama otra vez.

John: Eres la tentación hecha carne mujer, eres completamente irresistible. – gimió y pasó sus manos por sobre mi cuerpo con deseo. Las cosas empezaban a ponerse interesantes cuando de improviso se detuvo.

John: ¿Qué hora es?

Lo miré haciendo un puchero.

Yo: ¿Tienes que irte en serio? ¿No puedes quedarte un ratito más?

Él soltó una carcajada ante mi actitud de niña caprichosa y dándome un largo beso en la boca, se levantó divertido.

John: Es un horario pesado, cariño. Pero esto no se queda así, volveré luego, ¿de acuerdo?

Yo: Más te vale. – lo amenacé sonriendo.

Pobrecillo… en serio tenía una agenda bastante apretada…

Voz: Pero vale la pena.

Bufé.

Yo: ¿Otra vez tú?

Voz: Sep, solo quería refrescarte mi recuerdo.

Yo: Muy gracioso John, a ver dime, ¿qué es lo que va a pasar ahora?

Voz: Ya lo verás está muy cerca.

Lo que detestaba de sus visitas era que sólo se aparecía para anunciar malas noticias o para obligarme a hacer cosas… pero eso me dejó muy inquieta. ¿Qué iba a pasar ahora?

John: Martha, hola, ¿estás aquí?

Los chasquidos insistentes de John me devolvieron a la realidad, encontrándolo vestido frente a mí y mirándome como si estuviera loca.

Yo: Lo siento sólo pensaba… ¿a qué hora te arreglaste?

Él se encogió de hombros.

John: Mientras te quedabas como una boba viendo hacia la nada. – se puso los zapatos y antes de irse volteó a verme. – No sabes lo tentadora que te ves ahí. Me dan ganas de quedarme, de verdad.

Yo: Nadie te lo impide, quédate. – supliqué entre risas. Él se acercó y me besó desde el cuello hasta los labios con pasión.

John: Nos vemos luego, hermanita.

Y luego desapareció tras la puerta.

Luego de recordar una y otra vez todo lo ocurrido la noche anterior, decidí que era hora de levantarme y hacer algo útil, así que me arreglé con rapidez y me puse a arreglar mi habitación. Habían unos arañazos que habían estado fastidiando desde la noche anterior, debía haber ratas regadas por ahí…

Demonios, el gato.

De debajo de la cama saqué una caja semi envuelta que contenía el regalo de John. No podía creer que me había olvidado de eso, qué descuidada. Ni siquiera lo había felicitado por su cumpleaños, qué cosa tan irreverente, ahora tendría que ir a entregarle su regalo en persona.

Por suerte había comprado algo de comida para gato el día anterior, así que regándosela en un plato, se la serví al gato que había estado encerrado toda la noche por mi descuido –uh, supongo que lo había pervertido también. – y que de inmediato saltó para devorarla.

Me puse un vestido verde para salir y adorné al gatito con un listón del mismo color, que era el favorito de John. Se veía adorable. Así que volviendo a meterlo en su cajita, abrí la puerta, y me encontré de frente con la expresión burlona de Stu.

Stu: ¿A dónde vas tan elegante?

Yo: Olvidé darle el regalo de cumpleaños a John.

Stu: ¿No le bastó con el de anoche? Por cómo sonó, fue un regalo tremendo. – soltó con una sonrisa pícara.

Yo: Tú no digas nada, que ya antes he tenido que soportar los regalos adelantados de ustedes diariamente. Yo soy la víctima aquí. – dije dramática. Él estaba desternillándose de risa. – En fin, ¿podrías entregárselo tú? Yo voy en un momento.

Stu: De acuerdo, pero sólo se lo dejaré ahí.

Yo: Bien.

Mientras Stu entregaba el regalo, yo aproveche para desayunar y ayudarle un poco a Astrid con el desorden, quien me comentó que más tarde irían al cine con Stu. Así que llegaría tarde al escenario…

(NARRA STU):

No fue sino hasta que escuché un maullido lastimero que sentí verdadera curiosidad por lo que había dentro de la caja. Cerciorándome mentalmente de que no podía existir ninguna cosa pervertida que pudiera producir ese sonido, abrí la caja y me encontré con un lindo gatito de pelaje gris esponjoso con un listón verde y una tarjeta con su nombre. “Harry”. Qué nombre tan extraño para un gato… ¿de dónde lo habría sacado?

Al poco rato llegué a la pequeña pocilga donde nos quedábamos, y encontré a John durmiendo mientras los chicos jugaban cartas animadamente.

Yo: Qué milagro que John no esté jugando. – comenté.

George: Al parecer pasó una muy buena noche, llegó quejándose de que le dolía todo y que le apetecía una siesta.

Solté una risita ahogada y me uní al juego, no sin antes dejar la caja a los pies del bello durmiente no tan bello.

Estábamos a mitad de juego cuando de repente se escuchó la voz de John medio dormida.

John: Martha, déjame dormir… Martha, es muy temprano para eso, ya después en la noche, ahora quiero dormir.

Nos volteamos curiosos y nos dimos cuenta que en realidad el gato se había salido de su caja y ahora le lamía los pies juguetón. Paul se estaba ahogando de la risa contenida, y Pete le tapó la boca antes de que estallara en carcajadas, y esperamos a ver qué pasaba.

Inconscientemente, John le pegó una patada al gato y lo sacó de la cama, provocando un maullido de tamaño monumental y un arañazo en la pierna que hizo que John se despertara.

John: Qué carajo… auch.

Estallamos en carcajadas al ver la cara de desconcierto de John.

George: Ow, pateaste a la pobre Martha, pobrecilla, ella solo quería demostrarte todo su amor.

Y ahogándonos de risa, George recogió al gato y se lo entregó a John, quien lo miró confundido.

X: Vaya Johnny, no pensé que necesitaras tanto una noche conmigo.

Volteamos a mirar a Martha, que al parecer estaba recostada en el marco de la puerta desde hacía un buen rato y que también estaba muriéndose de risa.

John solo atinó a señalar el gato.

John: ¿Qué… qué es eso?

Martha: Es un gato John, bueno más bien tu gato. ¡Feliz Cumpleaños!

SIIII ¡FELIZ CUMPLEAÑOS JOHNNY!!!!!!! 

Hermoso dios de la música, otro año que pasa!! Sin ti, pero contigo, con tus canciones y con tu recuerdo del que nos valimos para pervertir un poco a nuestra inocente Martha.


 Ok chicuelas, les dejo aquí esta preciosura de capítulo, espero lo hayan disfrutado. 
Y John... grr. Lo amo tanto :3
Nos veremosss! 
bye bye.


martes, 8 de octubre de 2013

Capítulo 33.

(NARRA JOHN)

Tal vez porque estaba extrañando demasiado a Martha, esas semanas de espera para Hamburgo me parecieron interminables. Sin embargo, ahí estábamos por fin, en la extraña ciudad que a partir de ahora sería nuestra casa. Por fin estábamos en Hamburgo.

Alan Williams se frotó las manos con nerviosismo, mientras que su esposa Beryl nos miraba con curiosidad. Su hermano Barry se limitaba a mirar por la ventanilla del auto en el que nos transportábamos sin mucho entusiasmo.

Pete Best se acomodó algo incómodo tratando de parecer natural, pero todos sabíamos que le estaba costando. Después de todo, había sido un extra colateral, un bonus que Allan nos había exigido como condición para llevarnos a Hamburgo.

El auto en el que íbamos tremendamente incómodos se detuvo.

Allan: Bueno… ya llegamos.

Paul y yo cruzamos miradas incrédulos. Si bien no esperábamos un club cinco estrellas, francamente esperábamos algo más… decente. El neón que inundaba las calles se mezclaba con el nauseabundo olor de vómito que invadió el lugar apenas él abrió la puerta.

Allan: ¿Y bien? ¿No piensan bajarse? – preguntó desde fuera del auto. Stu soltó un suspiro y se bajó de un salto, seguido de todos nosotros.

Yo: Basta de juegos Williams, ¿qué mierda es esto?

Allan nos miró confuso.

Alln: Ehm… es donde tocarán a partir de ahora. Fue difícil conseguir un contrato así que no se pongan caprichosos. Iré a hablar con el dueño del local, por ahora bajen los instrumentos.

Hicimos lo que dijo entre refunfuños con el frío helándonos hasta los huesos y el peso de los instrumentos sacando lo peor de nuestro humor.

Pete: ¿A alguien se le ocurre dónde estamos? – preguntó con el ceño fruncido.

Stu: Debe ser St. Pauli. – susurró dejando una estela de vaho blanco frente a él. Todos lo miramos con curiosidad y él nos devolvió la mirada con ironía. - ¿La calle de las putas? ¿El barrio rojo? Por favor, es cultura general.

Yo: Espera, espera, me quedé en “calle de la putas”. – solté para aligerar el ambiente. Todos soltaron una carcajada y la tensión existente se rompió… por unos minutos.

Allan: Chicos, tienen que empezar ya. Luego les darán sus habitaciones, este será su horario regular… - dijo agitado mientras corría hacia nosotros.

Lo miramos estupefactos.

Paul: Tienes que estar jugando.

Pete: ¡Acabamos de llegar!

Allan: No se quejen ¿quieren estar aquí o no?

Si eso hubiera sido lo peor, no habría habido mucho problema, pero luego de presentarnos nos presentaron nuestro hospedaje. Qué pocilga.

Yo: Me pido abajo.

Paul: Claro Johnny, imagino que siempre es así. – soltó con una carcajada dándole doble sentido. Le di un codazo entre risas y nos acomodamos.

Bueno, esta era nuestra nueva vida.

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Yo: Ey Stu, ¿dónde está Astrid?

Él me miró entrecerrando los ojos.

Stu: ¿Y por qué tanto interés?

Solté una carcajada.

Yo: ¿Muy celoso? Solo se me hizo raro que no estuviera acosándonos con su camarita hoy.

Él esbozó una media sonrisa y miró hacia otro lado.

Stu: Dijo que llegaría después… con una amiga.

Yo: Una amiga, ¿eh? – solté una risa pícara y él se rio quedamente. Seguimos tocando sin problemas hasta que vi entrar a Astrid por la puertecilla sucia del pub, llevando de la mano a una chica…

George: ¡Hey John! ¡Reacciona, no hemos terminado!

Me había quedado estático observándola, tan bella y hermosa como siempre y sonriéndome como nunca antes.

Se había convertido en la artista que siempre había esperado ser.


Don't worry, es un pre- cumpleaños de John. El resto lo publico mañana.
Ya sé que en muchos países ya es 9, pero JÓDANSE, AQUÍ SIGUE SIENDO 8 Y LO VOY A SUBIR COMO UN CAPÍTULO PRE-CUMPLEAÑOS, OK?
Perdón por el lenguaje, la emoción no deja fluir bien mis neuronas.
Cuídense.
Y lean el siguiente.
Y comenten al menos un "oyeeeee! ese Lennon es un putooo! Pero lo amamos :3"

Love ya girls.
Ya, fin.